Pese a fallas, errores, corruptelas, descréditos y delitos cometidos por priístas, a lo largo de sus 92 años de existencia, el PRI tiene vida, no está agonizante y estará mejor, si se asumen las acciones correctivas para su resurgimiento, y ello será en beneficio de México, pues los partidos políticos son instituciones de interés público y su buen desempeño favorece a la vida democrática.
Los millones de votos obtenidos por el PRI en los comicios más recientes indican que en medio de la competencia, la marca sigue teniendo muchísimos adeptos, no obstante las críticas, los pronósticos negativos y las derrotas. Pero para resurgir se requiere de sensibilidad, planeación estratégica, innovación y visión políticas, con base en el conocimiento, la experiencia y en las lecciones recibidas.
A la luz de los acontecimientos políticos suscitados en el PRI, respecto de los resultados electorales, como de la lamentable toma del edificio con los efectos violentos tan ampliamente conocidos, se hace necesario un análisis a fondo, y reafirmar que para hacerse sentir, para disentir, debatir, criticar y defender posiciones políticas, y más aún para resolver cualquier situación política en disputa, y para elevar el nivel de la discusión, son preferibles y más indicados el diálogo, la civilidad y la madurez.
Los resultados de los comicios del 6 de junio pasado indican que todos los partidos políticos ganaron y perdieron algo. Al PRI le fue mal en las gubernaturas, pero le fue menos mal en las diputaciones federales, porque obtuvo un número mayor de curules, más las victorias logradas en las instancias locales.
Las derrotas en las gubernaturas fueron devastadoras, y Morena ganó la mayoría con la ayuda de la imagen presidencial y de las estrategias de apoyo popular de la 4T en favor de los grupos de mayor pobreza, más el innegable activismo del crimen organizado, independientemente del esfuerzo de las y los candidatos que resultaron triunfadores.
Sin embargo, no deben ignorarse los resultados satisfactorios del PRI y de los partidos políticos que integraron la Alianza Va por México, en Estados y municipios donde ganaron, y en la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México. Triunfos y descalabros son de llamar la atención.
Ante lo ocurrido, con la mejor intención de contribuir a la armonía y al resurgimiento, por este medio le propongo al presidente del CEN del PRI algunas sugerencias que pudieran ser de utilidad:
1.- Hacer un llamado, con intensidad, articulación y eficacia, a la verdadera y urgente unidad nacional del priísmo, sin simulaciones.
2.- Restructurar el Comité Ejecutivo Nacional, y promover los cambios pertinentes en los comités estatales y municipales del PRI, al igual que en los sectores del Partido, con una clara vocación democrática e incluyente y de cara a la sociedad; con la participación de jóvenes, mujeres, clases populares, clases medias, trabajadores, campesinos e intelectuales; facilitando el acceso a personas de probada inteligencia, calidad moral, capacidad, trayectoria, patriotismo, espíritu innovador, liderazgo, prestigio y lealtad, cuya presencia enriquezca al partido, para mejorar la convocatoria, la participación y la credibilidad.
3.- Renovar y activar los órganos civiles del PRI, como lo son la Fundación Colosio, el Instituto Reyes Heroles y los Consejos políticos, lo mismo que las organizaciones de mujeres, jóvenes, redes sociales, y entidades adherentes y afines.
4.- Convocar a la realización la próxima Asamblea Nacional, y desarrollarla con un espíritu autocrítico y propositivo, y en ella hacer un examen riguroso y una evaluación profunda de los acontecimientos, y proponer los nuevos pasos a seguir para alcanzar nuevas metas. De forma reciente, la senadora Beatriz Paredes Rangel tuvo una disertación brillante y precisa respecto del pasado reciente y de las perspectivas para el futuro inmediato del partido.
También habrá que actualizar el programa de acción, la declaración de principios y los estatutos, para adecuarlos a la nueva realidad política y de cara al futuro, con debates respecto de innovaciones tales como pugnar por reformar el sistema electoral mexicano, y establecer la obligatoriedad de realizar elecciones primarias en cada uno de los procesos, para evitar imposiciones y llevar a cabo segundas vueltas electorales para todos los comicios, con el fin de que en ella compitan quienes ocupen el primero y el segundo lugar, y haya plena legitimidad en los resultados, que serán siempre de 51 por ciento como mínimo para quienes triunfen en los comicios.
Por supuesto que en la Asamblea Nacional deberán definirse públicamente los temas con los que el PRI habrá de consolidarse como oposición seria, responsable y congruente, con el fin de contribuir al necesario y urgente contrapeso político en el poder legislativo, pensando y actuando siempre en bien del país.
Aunque las elecciones de 2024 están en apariencia distantes, es público y notorio que el proceso previo ya empezó, en especial en el seno de Morena. Lo anterior lo evidencian los anuncios que respecto de sus potenciales sucesores hiciera recientemente el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Y para evitar las poco creíbles y cuestionadas encuestas que se podrían realizar para elegir a los candidatos presidenciales, mejor debería legislarse para reformar la ley correspondiente, y configurar la elección primaria y la segunda vuelta como obligaciones políticas y electorales.
Estos serían pasos verdaderamente históricos, y de la mayor innovación y trascendencia para México y, si el PRI los enarbola y logra los consensos con los demás partidos políticos en bien de una más civilizada convivencia política democrática, daría un salto de gran envergadura, verdaderamente histórico, ante la sociedad en general.
* Senador (PRI), ex cónsul general en Chicago, ex embajador en Cuba y ex diputado federal en dos ocasiones