Llegó a mis manos una edición más reciente del –para mi gusto– mejor disco que se ha hecho en México. La primera, que data de los años 70, se me acabó por exceso de uso. Años pasé buscándolo inútilmente hasta que un buen amigo, quien domina las entrañas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), me lo hizo llegar hasta mi domicilio tapatío.
Fue tal el gusto –como si recobrara a un viejo y querido amigo– que lo puse tantas veces durante el fin de semana que mis vecinas ya se aprendieron de memoria varias canciones y, sin moverse de su dulce hogar, le hacen segunda a mi modesto tocadiscos.
También a ellas les gustó mucho, a pesar de su vocación por otros ritmos más modernos.
Se trata de un “Cancionero de la Intervención francesa” que en tiempos remotos, previa investigación de mi muy querida y ya finada amiga Irene Vázquez Valle y de María del Carmen Ruiz Castañeda, editó la institución de la que yo dependo desde 1973: el mentado INAH.
Cierto que es un ente que ofrece varios peros , sólo que también tiene una cauda de virtudes que permiten ostentar con orgullo la pertenencia. Este disco es una de ellas. Tengo para mí que debería tocarse obligatoriamente en cada hogar mexicano, sobre todo algunas canciones que tienen rasgos de gran actualidad, empezando por la primera banda que arranca así:
Cangrejos, al combate, cangrejos al compás; un paso pa’delante, doscientos para atrás.
La verdad es que todas se oyen con gusto, pero también encuentro coincidencia con La pasadita , cuando dice:
Un señor obispo, de muchos que hay, contra las reformas protestó locuaz. ¿Por qué tal empeño, tal tenacidad de los que pretenden andar para atrás?
O esta estrofa que aparece en la última canción, quizá la más famosa: Adiós, mamá Carlota :
Acábanse en palacio tertulias, juegos, bailes; agítanse los frailes en fuerza de dolor.
La chusma de las cruces gritando se alborota; adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor.
Aparte del valioso contenido, quiero subrayar que, desde el punto de vista artístico, el referido disco “no canta nada mal las rancheras”.
Cuenta con prestigiosas voces como la de Amparo Ochoa, Ricardo Pérez Montfort y varios más de gran calidad, lo mismo que los intérpretes de la guitarra y el salterio.
Esta validez de algunos de tales textos del siglo XIX en este siglo XXI hace pensar si en realidad es cierto que hemos avanzado tanto como nos dijeron.
A Diego Prieto