Hoy celebramos el medio siglo de la publicación de un álbum seminal: Blue, de Joni Mitchell.
Oh, you’re in my blood like holy wine You taste so bitter and so sweet Oh, I could drink a case of you, darling And still I’d be on my feet I would still be on my feet
Esos versos de la canción A Case of You, perteneciente al disco Blue, que hoy festejamos, bien pueden retratar de cuerpo y sangre y hueso enteros a Roberta Joan Anderson, quien nació en Alberta, Canadá, el 7 de noviembre de 1943, y hoy, a sus 77 años, continúa siendo la reina del firmamento musical.
Esos versos, entonados de manera lánguida y enhiesta al mismo tiempo, suenan unísonos con hilachos de guitarra acústica y casi llegan al aullido: el grito de un hada extraviada a mitad de un bosque encantado.
Esos versos tan dulces, tan amargos, tan en sus zapatos.
Es indiscutible: Joni Mitchell es responsable de lo mejor que ha sucedido en los 50 años recientes en música, en distintos géneros y en su voz y en otras voces, otros ámbitos.
Sus aportaciones técnicas, su capacidad de innovación, al mismo tiempo que su apego a las tradiciones clásicas, son amplísimas, insospechadas y no han sido reconocidas aún.
Su imagen ha sido recortada precisamente a sus inicios cuando el folk (territorio per se fecundo y amplio) fue su centro gravitacional, el andamiaje mediante el cual transitó a otros territorios, entre ellos el jazz.
Pero ni siquiera en eso ambos casos, el folk y el jazz, ha sido comprendida su valía, y se le ha querido dejar a la vera de la idea confusa que se tiene de lo que es el folk (que no es folclor ni country, es un amplio sistema de vasos comunicantes enraizados en la tradición oral) y de lo que es el jazz (que no es solamente síncopa, es un amplio y complejo sistema donde la imaginación campea).
He aquí a Joni Mitchell: autora de gospel en estado puro; activadora de combos de percusiones cubanas de dicha y gozadera; cantante soul enervada, enhiesta, recia; autora de música experimental de consecuencias rasposas, impresionantes; creadora de producciones que hacen, con su delicadeza, añicos los conceptos viejos de “jazz”, “cool”, “bop”.
La pasmosa transformación de su tesitura ha sido el vehículo para cambiar a su vez de género, registro, innovación: soprano, mezzo, contralto, falseto inconfundible, voz aguda, punzante, siempre amable, voz de rocas arrastradas por el río.
Músicos que hoy son celebridades, no estarían en pedestal sin la ayuda que recibieron de esa mujer de instinto animal, olfato infalible, intuición mágica. ¿Nombres? Jaco Pastorius, Pat Metheny, Michael Brecker, Norah Jones, Diana Krall…
Hoy, que celebramos medio siglo de Blue, lo hacemos en maratón de escucha de su inmensa discografía.
Su periodo azul: poeta de vida austera, sobreviviente, ejemplo a seguir. Embarazada a los 21 años, supo del abandono. Su última carta fue casarse con el colega, cantante folk, Charles Scott Mitchell, quien también la abandonó y la dejó en la miseria. Ella no tuvo alternativa: llevó a su bebé, Kelly Dale Anderson, a un orfanatorio y la recuperó años después, cuando su hija, convertida en la modelo Kilauren Gibb, buscó a sus padres biológicos.
El periodo azul de Joni Mitchell es el más autobiográfico. Precisamente en el disco Blue, canta: “My child’s a stranger/ I bore her/ but I could not raise her”.
En la canción A Case of You, dice:
On the back of a cartoon coaster In the blue TV screen light I drew a map of Canada Oh, Canada With your face sketched on it twice
El rostro que dibujó dos veces en el mapa de Canadá es el de Leonard Cohen, en recuerdo del amor perdido, así como Little Green retrata su romance tormentoso con James Taylor y un clásico de clásicos: River, habla de su idilio con Graham Nash.
Una de las obras más conocidas de Joni Mitchell, Coyote, es brutalmente directa y femenina:
He’s got a woman at home a woman for the night and now he wants one for the day (…) Coyote’s in the coffee shop He’s staring a hole in his scrambled eggs He picks up my scent on his fingers While he’s watching the waitresses’ legs
Y en esa canción se refiere a Sam Shepard, cuya relación sólo duró lo que la gira Rolling Thunder Revue con Bob Dylan.
El estereotipo aceptado en Leonard Cohen, por ejemplo, del mil amores, Joni Mitchell lo hace también añicos y se apropia de manera divertida en su vida y en su obra. El título de una de sus obras maestras: Don Juan’s Reckless Daughter, un portento de música donde de pasada ridiculiza el mito de Don Juan, Casanova, et al. Si algo distingue a Joni Mitchell, por el contrario, es que siempre ha sido fiel al amor.
Ese disco, Don Juan’s Reckless Daughter, es resultado de una constelación de gigantes: Herbie Hancock, Wayne Shorter, Don Alias, Jaco Pastorius y en las sesiones de preparación del disco: Eddie Gómez, Gerry Mulligan, Tony Williams, John McLaughlin, Stanley Clarke.
El humor es uno de los valores elevados de Joni Mitchell. En la pieza titulada Talk to Me, hace hablar a una gallina (en el disco que después haría en homenaje a Charles Mingus, reproduce grabaciones con canto de lobos) y tiene versos como este:
There was a moon and a street lamp I didn’t know I drank such a lot ‘Till I pissed a tequila anaconda The full lenght of the parking lot! Oh, I talk too loose Again, I talk too open and free I pay a price for my open talking Like you do for your silent mystery Come and talk to me Please talk to me We could talk about Bergman’s nordic blues
Sus chistoretes incluyen homenajes irreverentes a William Shakespeare:
From the “slings and arrows of outrageous romance” I stole that from Willy the Shake You know, “neither a borrower nor a lender be” Romeo, Romeo, talk to me
La lista de colaboraciones resulta interminable: grabó con Bob Dylan, Peter Gabriel, Pat Metheny, Van Morrison, Leonard Cohen...
Recomiendo el disco de Herbie Hancock titulado River: The Joni Letters, donde hacen música con Joni Mitchell, entre otros: Norah Jones, Tina Turner, Wayne Shorter y Leonard Cohen.
Otra de las joyas discográficas de Joni Mitchell se titula Mingus, y lo preparó precisamente con Charles Mingus, quien murió en Cuernavaca, donde decidió pasar la última etapa de su vida, y el disco lo terminó ella con una canción en homenaje a Charles Mingus: Goodbye Pork Pie Hat y en todo el álbum retumban el bajo de Jaco Pastorius, el sax de Wayne Shorter y el piano de Herbie Hancock.
Más maravillas: recomiendo con ardor el disco de Joni Mitchell titulado The Hissing of Summer Lawns, incomprendido también: las revistas especializadas en rock denostaron el álbum, lo cual es lógico: todo aquello que escapa a los compartimentos estancos es rechazado, pero en realidad el disco es una maravilla musical. Su track segundo, The Jungle Line, es un portento de música y poesía:
Rousseau walks on trumpet paths Safaris to the heart of all that jazz Through I bars and girders, through wires and pipes The mathematic circuits of the modern nights (…) In a low-cut blouse, she brings the beer Rousseau paints a jungle flower behind her ear
y en otra pieza de ese disco, Don’t Interrupt the Sorrow, suelta el flujo de conciencia, el monólogo interior que inventaron Virginia Woolf y James Joyce y en la obra que da título al disco, suelta el batir de los tambores de Burundi. Un agasajo.
La pieza con la que concluye ese álbum, The Hissing of Summer Lawns, es un gospel puro que nos hace entrar en trance, con la voz de Joni Mitchell entremezclada en un coro femenino de llamado y respuesta.
El festejo por el medio siglo que cumple Blue, ese disco seminal de Joni Mitchell, es ocasión propicia para redescubrir a esa campeona de la transformación. Luego de escuchar Hejira, disco clásico de clásicos de Joni Mitchell y de pasear por títulos menos conocidos como Wild Things Runs Fast, Turbulent Indigo, Taming the Tiger, Both Sides Now, y de asombrarnos de la capacidad camaleónica de Joni Mitchell de hacer música instrumental, pasajes sinfónicos, funk, soul, citas constantes a la atmósfera que creó Miles Davis y que pasó a la historia con el nombre simple de “cool” y que en realidad es un estado de ánimo, una estancia, una manera de entender el mundo, nos encontraremos con una gigante de la creación musical.
Sean ustedes bienvenidos al universo en expansión: la música de Joni Mitchell.