Atizapán, Méx., Después de practicar peligrosas acrobacias aéreas, Jairo y Karina entrenan a media docena de niños en la escuela que montaron en Atizapán tras el cierre de los espacios circenses por el Covid-19.
En principio buscaban un lugar para seguir ejercitándose, pero la magia de la cuerda floja, el monociclo, los aros y las telas terminaron por dar vida a Lumina Cirkum.
Apoyados por la madre de Karina y el equilibrista Cristóbal, su pareja, encontraron una bodega que adaptaron como gimnasio para hacer realidad el sueño de integrar algún día el afamado Circo del Sol.
Como imán, el lugar atrajo la mirada de los vecinos de este populoso sector, por lo que los artistas decidieron ofrecer clases de acrobacia de piso y danza aérea a niños y adolescentes. El papel de maestros ayuda ahora a pagar el alquiler del lugar.
“Todo era incierto: si volvían las actividades, si no volvían, si iba a haber trabajo un día, si mejor ya cambiaban de carrera”, cuenta Ana Zavala, madre de Karina.
Pero “decidimos seguir con el sueño y con el entrenamiento para cuando se reactivaran los trabajos o las actividades de circo”, agrega la mujer, quien coordina el proyecto que tiene 30 alumnos.
“Quieren volver y volver”
Zavala, de 44 años, ha compartido siempre el anhelo artístico de su hija. Por ello, el lugar está adornado con imágenes de las presentaciones de Karina Cervantes, de 21 años, algunas con el reconocido Atayde.
El espacio también está decorado con coloridos afiches, como el de un oso caminando mientras toca un tambor, con focos y monociclos colgados del techo, y hasta una máquina de palomitas de maíz.
Es como entrar a un circo, actividad de larga tradición en México, fuertemente golpeada por la pandemia. Apenas en abril el sector comenzó a retomar actividades con aforo limitado.
Los menores que Jairo y Karina entrenan llegan sonrientes y, antes de recibir instrucciones, comienzan a ejercitarse. “Se siente muy bonito recibir a los niños en su primera clase; están todos felices y quieren volver y volver”, comenta Jairo Ávila, acróbata colombiano de 23 años.
“Transmitirles eso y que ellos se sientan felices de volver, es muy agradable”, añade el artista al señalar que su propósito es llegar al Circo del Sol, que acaba de retomar sus espectáculos.
La alegría con la que trabajan los aprendices se hace patente cuando se contorsionan con habilidad en los aros y telas de la danza aérea, ante la mirada orgullosa de sus profesores.
Cristóbal Salcedo, pareja de Ana, con 20 años de experiencia como equilibrista, siente satisfacción al compartir sus conocimientos con los chicos.
“A la gente le dices: ‘párate en una cuerda’ y se le hace una cosa imposible, pero cuando pasas por la esquina de tu casa y ves a un tipo caminando en la cuerda dices: ‘si él puede, yo también’; es lo que me gusta enseñar”, sostiene.