Sólo una película les bastó a la dupla de artistas españoles Luis Buñuel y Salvador Dalí para ingresar al selecto grupo del movimiento surrealista, sino que además los volvió figuras inseparables de la corriente artística más influyente del siglo XX. Una hormiga emergiendo del hueco de una palma, una polilla con una calavera humana en las alas o la famosa navaja de rasurar que cercena el ojo de una jovencita, son tres de las cuantiosas imaginerías creadas por la dupla en Un perro andaluz (Un chien andalou, Francia, 1929).
Ya como parte del grupo liderado por André Breton, este par de amigos provenientes de la Residencia de Estudiantes de Madrid haría ya un segundo filme ya con el sello de ese “puro automatismo síquico”, La edad de oro (L’âge d’or, Francia, 1930), asaz escandaloso y perseguido por ciertos sectores de la sociedad parisina de la época.
Aunque el cineasta aragonés pronto habría de alejarse del movimiento –y Dalí sería expulsado y renombrado con el anagrama “Ávida Dollar”– para incorporarse al cine popular en España con la productora Filmófono y, años más tarde, incorporarse a la industria mexicana, país donde acabaría radicando y obteniendo la nacionalidad, nunca dejaría de manifestar el espíritu surrealista en su creación.
Pero a lo largo de los años que el investigador y cineasta Javier Espada, originario también de Calanda, el pueblo natal de Buñuel, fue llegando a una conclusión: si bien sólo realizó una película propiamente dentro del surrealismo, el director de Los olvidados (México, 1950), ya era desde su niñez un surrealista y lo siguió siendo hasta su último filme.
Tal es el argumento que se esgrime en su quinto largometraje documental Buñuel. Un cineasta surrealista (España, 2021), de Tolocha Producciones y que se estrenó ayer como parte de la selección 2021 de Cannes Classics, precisamente en la sala Luis Buñuel en el 74 Festival Internacional de Cine de Cannes. Ayer, advirtió, significa el regreso de Buñuel a Cannes 60 años después de la Palma de Oro para Viridiana (España-México, 1961), el único filme hablado en español “y para mí es pura magia”.
“Yo hablo del surrealismo antes del surrealismo. De cómo Buñuel fue surrealista siempre, antes de formar parte del movimiento y después de abandonarlo. Es algo a lo que va a ser fiel toda su vida y están esos elementos surrealistas hasta su última película para comprobarlo, desde la influencia de su padre con una cámara estereoscópica y las fotografías que nos permiten asomarnos a la infancia del cineasta, ahora restauradas y a las que les hemos dado todo el brillo posible y que son maravillosas, y eso aparece dentro de la película”, explicó Javier Espada desde la ciudad balnearia de la Costa Azul.
Conferencias vueltas cine
En mayo de 2019, Espada fue invitado por Thierry Fremaux, el delegado general de Cannes, a presentar la versión restaurada de Los olvidados, previo a su proyección en el festival, un honor que lo llenó de alegría. Unos meses más tarde, en la Cineteca Nacional, dictó tres conferencias magistrales en torno a varios tópicos a propósito de la exposición Buñuel en México. Varios de los numerosos asistentes, le sugirieron realizar una película con toda la información recolectada, pero él estaba consciente que son dos lenguajes por completo distintos.
Empero, durante el periodo más duro y estricto del confinamiento en España, “que solamente se podía salir a la calle para comprar el pan y cerca de casa”, comenzó a explorar las posibilidades de realizar una película en medio de la pandemia, en la que se incluyen fotografías restauradas con inteligencia artificial del acervo familiar de los Buñuel, datos poco conocidos y muchas otras referencias, ya que “todavía hay mucho que investigar y mucho que contar sobre don Luis Buñuel”.
A diferencia de sus documentales previos como El último guion. Buñuel en la memoria (2008), Una mujer sin sombra (2013), Tras Nazarín (2015) y Generación: Buñuel, Lorca y Dalí (2018), en este trabajo no encontramos entrevistas sino material de archivo, unas pequeñas filmaciones que ya tenía y otras que hizo en las pocas ocasiones en que pudo salir de su casa.
“Yo creo que Buñuel es un poco poeta y lo que le aporta al surrealismo no solamente son imágenes, sino también una ética. Él quería cambiar al mundo y utilizar su cine para convencer a los espectadores de que tenemos que hacer algo por mejorar y por cambiar al mundo. Esas ganas de Buñuel de cambiar al mundo están presentes en todo su cine y forman parte de esa corriente subterránea del surrealismo especial que tiene el cine de Buñuel”, expuso el aragonés.
La explicación para esta ascendencia surrealista en Buñuel y también en Dalí, queda muy clara para Espada: “Yo creo que eran unos brutos. Especialmente Buñuel, era un bruto aragonés y sus imágenes están cargadas de una poética brutal y enorme, ves una nube que pasa por la luna y de repente sale la navaja otra vez y corta el ojo, en una imagen emblemática del siglo XX, con la potencia de la bomba atómica de Hiroshima, por decir algo. Tiene muchísima fuerza y han permeado en la cultura e influido en muchos creadores, al mismo tiempo que Buñuel se nutrió de la imaginería de Goya o comparte el universo creativo de René Magritte, Max Ernst o de Man Ray, sus amigos surrealistas”, concluyó.