Por si alguien dudara de la fuerza política que mantiene e incrementa el ebrardismo, ayer fue designado el poblano Ignacio Mier como coordinador de los entrantes diputados federales de Morena. En los hechos es una confirmación, pues Mier ya ejercía tal cargo en la legislatura por fenecer, dejado ahí por Mario Delgado, al ser éste enviado a dirigir el partido guinda.
No tuvo Mier en su primer periodo de gestión interina demasiados brillos. En todo caso, es recordado por la torpe frase con la que quiso desentenderse del caso de su paisano diputado, Benjamín Saúl Huerta, acusado de abusos sexuales contra menores de edad. “¿Habría que desaforarlo?”, reporteros le preguntaron en abril del año en curso, a lo que el ahora ratificado respondió: “no, porque no lo hizo en su función como diputado federal, lo hizo en su vida personal”. Luego se vio obligado a darle un giro a su postura, pero tal declaración lo pinta políticamente de cuerpo entero.
El ebrardismo concentra así el control de la Secretaría de Relaciones Exteriores, desde donde despliega una especie de vicepresidencia civil del país, del partido Morena (con Mario Delgado) y de la Cámara de Diputados federal. Además, debido a sus excedidas facultades, ha ido tejiendo alianzas con personajes de primer nivel del gobierno estadunidense y de empresarios y políticos no morenistas, ansiosos de contar en 2024 con una opción “moderada”, “institucional”, “confiable”.
En el Senado, por su parte, Ricardo Monreal Ávila avanza cada vez de manera más abierta hacia la consolidación de su figura personal, no dependiente de Palacio Nacional, como aspirante a una candidatura presidencial en 2024 que, si fuera por Morena, mejor, pero no necesariamente.
El zacatecano “desea” ser el candidato del partido en el poder, pero si no lo fuera, y no recibiera alguna oferta política suficiente para mantenerse en el obradorismo, podría asomarse a planos alternativos e incluso confrontacionales. No es menor el reto de afirmar públicamente que él estará en la boleta electoral de 2024 y espera que sea con Morena y con AMLO.
No le han durado los abogados a Rosario Robles Berlanga. El más reciente, Sergio Arturo Ramírez, renunció ayer a la defensa jurídica de la dos veces secretaria del gabinete de Enrique Peña Nieto. Dijo el dimitente que Robles Berlanga no le dio los elementos para negociar con la Fiscalía General de la República la posibilidad de convertirse en testigo protegido; en específico, no aportó nada contra Luis Videgaray ni de otros funcionarios peñistas de alto nivel. Por lo pronto, la ex perredista no ha logrado el beneficio de llevar el proceso judicial en su domicilio.
En el colmo del cinismo, la directiva actual del Partido Revolucionario Institucional, a cargo de Alejandro Moreno, pretende usar la represión ordenada en 2006 en Oaxaca por Ulises Ruiz, cuando era gobernador priísta, para justificar la expulsión de ese opositor interno; priísmo en general que guardó silencio de aquellos actos de barbarie política hasta que ahora le conviene usarlos. Vaya desvergüenza.
Y, mientras The New York Times afirma que fuentes diplomáticas de Israel le aseguraron que no tienen por qué colaborar con México en la extradición de Tomás Zerón de Lucio, el ex policía que fue clave en la siembra de “pruebas” de la “verdad histórica” sobre los normalistas de Ayotzinapa, pues nuestro país “ha apoyado las indagatorias de la Organización de las Naciones Unidas sobre las denuncias de crímenes de guerra de Israel contra los palestinos”, ¡hasta el próximo lunes, con la agridulce noticia de que algunas de nuestras desgracias nacionales, tratadas cinematográficamente con buen oficio y sensibilidad, han ganado varios minutos de ovaciones en el Festival de Cannes: Arcelia Ramírez como actriz principal de La civil y Tatiana Huezo como directora de Noche de fuego !
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