Cannes. “Nadie tiene el poder de intimidarme. Es un sentimiento que no me interesa”, respondió Isabelle Huppert lanzando una mirada aniquiladora al autor de la pregunta en el Rendez-vous en su honor realizado en Cannes.
La actriz francesa desembarcó muy complacida en la Riviera Francesa, ya que este festival es su casa: su primera vez fue en 1975 con Aloïse; triunfó como mejor actriz por Violette Nozière y tres años después, en 2001, por La pianista. Estuvo en competencia con Franke, en 2019.
“Mi mejor regalo es tener siempre la posibilidad de elegir. Nunca lo hago con base en mis personajes. Lo que en realidad me interesa es la visión del director, su construcción subjetiva del personaje y cómo armarlo juntos”, aseguró con su usual sobriedad. “No hago distinciones entre la actuación para el teatro o para el cine. Ambos son capaces de hacer creer al espectador en una realidad partiendo de una ilusión”.
Huppert confirmó su amor por La pianista: “Michael Haneke es un genio de la precisión, quiere estar seguro de que cada movimiento resulte auténtico. Da muchas indicaciones, pero no dice mucho sobre cómo debemos actuar, los que se adapta muy bien a mí. Va más allá de la confianza, es una especie de fe lo que debemos sentir por el director”.
Sostuvo: “Que si mi papel revela algo sobre mí. No, jamás. Para mí, lo que cuenta es el placer de crear mi personaje, de construirlo. El cine es el lugar que logra hacer visible lo invisible. Gozo del aquí y el ahora.”.
Huppert admitió: “Todos los actores de teatro en el mundo son un poco ansiosos. Yo no. No porque sea insensible, pero así estoy hecha. En el cine jamás tengo sentimientos negativos ni miedo alguno. Por el contrario, siento grandes placeres”.
Patrice Chereau le enseñó a parecer vulnerable: “En el set de Gabrielle me aleccionó con insistencia sobre cómo bajar la cabeza, literalmente, para dar esa sensación de vulnerabilidad”. Citó varias veces a Bob Wilson. “Bob sostiene que recitar es improvisar. En realidad son poquísimos los directores capaces de acoger la improvisación. Pero me gusta hacer creer al público que lo que ve es fruto de la improvisación, que los textos han sido creados frente a sus propios ojos”, precisó.
A través de los años, sobre todo en el cine, ha construido personajes que rozan lo monstruoso. “No los definiría monstruosos, sino fruto de situaciones monstruosas que los vuelven así. Como actriz, me resulta más fácil representar la ambigüedad que la simplicidad”, destacó.
Set y escenario son lo mismo para ella: “En el teatro estás en contacto con la platea. La química entre los actores mientras todo sucede es única. Cada noche se crea un mundo que está en perpetuos cambios con cada actuación y luego muere allí. Es efímero. En el cine creas en el set algo permanente. No nace mientras actúas, sino después, en el momento de la edición, del montaje final. Está todo en manos del director”.