La 40 edición del Foro Internacional de la Cineteca inicia hoy sus funciones con una sorpresa formidable: la copia restaurada en 4K del clásico moderno Los amores de una rubia ( Milos Forman, 1965), presentada en Cannes en 2019. A más de medio siglo de haber sido filmada, la película conserva la novedad y frescura que muy pronto la distinguieron entre las producciones de la nueva ola del cine checoslovaco entre 1963 y 1969, y en las que destacan las cintas de Vera Chytilová ( Las margaritas, 1966), Jiri Menzel ( Los trenes rigurosamente vigilados, 1966) o Ivan Passer ( Iluminación íntima, 1965). Forman fue, sin duda, el artista que mejor contribuyó a la visibilidad internacional de una revuelta artística muy a contracorriente del anquilosado realismo socialista de inspiración soviética. Los amores de una rubia ofrece el coctel anticonformista más subversivo: una mezcla de sátira social y drama doméstico aderezada con un sentido del humor tan discreto como corrosivo y el inusitado elogio de la sexualidad en un contexto represor.
El primer blanco de la sátira es aquí la organización social de una economía planificada que concentra en el pueblo de Zruc un excedente de mano de obra femenina en una fábrica de calzado. La escasez de hombres jóvenes y la llegada de un contingente de militares en reserva ya maduros, genera frustraciones en un grupo de amigas que durante un baile se libran a estrategias de seducción con torpes veteranos incapaces de satisfacerlas. Entre esas jóvenes figura la rubia y experimentada Andula (Hana Brejchová), quien sucumbe al encanto del joven pianista praguense Milda (Vladimir Pucholt), con quien acepta pasar una noche en un hotel. Ese escape romántico, lejos de la mediocre rutina del orden autoritario, Milos Forman lo describe con breves pinceladas y tomas muy cerradas, próximas a la estética de la nueva ola francesa, que aquí despliegan espontaneidad y un goce carnal inesperadamente lúdico. Para el politburó cultural checo esa frescura artística sólo podía representar una provocación insoportable digna de censura. El éxito mundial de la cinta daría la razón al nervioso recelo de esa burocracia re-presora, confirmando a la vez el talento del joven cineasta inconformista. Tres años después, en un emblemático 1968, vendrá la eclosión social de la Primavera de Praga.
Algunas escenas memorables para una vieja generación cinéfila y muy gratificantes para un público más joven: la persecución de un anillo de compromiso perdido bajo las mesas de un salón de baile, o el estribillo romántico “No tengo ninguna otra novia en Praga” proferido en la cama del hotel por un Milda eternamente adolescente, y muy en especial la hilarante secuencia de ese mismo joven obligado a compartir por una noche el lecho de su madre posesiva y su impasible padre, quienes intentan alejarlo así de Andula, su conquista más reciente. Antes de la literatura de Milán Kundera, el cine checo tenía ya en Milos Forman a uno sus satiristas políticos más irreverentes. Vale la pena valorarlo de nuevo.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 12:00 y 18:30 horas.