“Sé silencioso en esta soledad, que no es aislamiento, porque entonces los espíritus de los muertos que estuvieron en vida ante ti, están de vuelta al morir, sobre tu cuerpo y su voluntad te hará sombra: quédate quieto”
Los espíritus de los muertos, de Édgar Allan Poe
Los vendajes suelen llegar por atención médica inmediata y para un rival de ficción en la literatura o el cine son la exhibición del punto débil: donde se debe atacar. Sin embargo, las vendas como protección milenaria son también el último proceso de embalsamamiento que muchos pueblos utilizaron para evitar la descomposición perenne de líderes y personas que debían trascender su paso terreno.
La momificación también tenía pasos con principios médicos empleados para curar enfermos. La única tumba del antiguo Egipto encontrada intacta fue la de Tutankamon. Varios decesos de personal ligado al equipo de excavación e investigación, muy encendido por la prensa sensacionalista, impulsó el concepto de las maldiciones para quienes profanen su espacio. Las momias, se volvieron temibles.
Momificar la historia
Es muy diferente cómo se preparaban los cuerpos para momificación en Egipto que en México o Perú, y más preguntas surgen con el descubrimiento de momias congeladas en muchas partes del planeta. Las momias catalogadas en tantas culturas sostienen el conocimiento profundo para el tratamiento de la estructura ósea, los órganos internos y lesiones o enfermedades diversas. Sin embargo, como la momificación significa un mantenimiento de los muertos, donde las efigies y los tejidos no caen en la descomposición natural, las momias son cadáveres que permanecen cercanos a como fueron en vida. Eso da escalofrío.
Edgar Allan Poe escribió el relato irónico, lleno de humor y crítica social llamado Conversación con una momia, en el que un grupo de investigadores charla con un personaje que fue miembro de la realeza egipcia y afirma que fue embalsamado vivo, algo propio de su linaje. Los preparados hombres son capaces de charlar en egipcio antiguo, siendo sorprendidos al compartir conceptos científicos y temas históricos con el extraño personaje, que habla de similitudes en las distintas épocas, con tiempos de tiranos e insubordinaciones, considerando que en algún momento el progreso se convirtió en calamidad.
Poe usa las inquietudes sobre el conocimiento milenario egipcio para insertar los contrastes con su propia era. Quizá la clase de reflexiones que podría (o debería) propiciar el encuentro con una momia milenaria, en lugar de que todas las tramas pasen por la invasión de los espacios y objetos sagrados con la consiguiente venganza. Es un relato “anormal” en ese universo.
Bram Stoker, con una gran investigación que da marco realista a su trama (parte de los grandes méritos de su obra cumbre Drácula), entregó la novela La joya de las siete estrellas deteniéndose en cosas vitales acerca de la talla de los sarcófagos, las piedras preciosas y todo lo que empuja la vuelta a la vida de una momia. El autor irlandés apunta: “El robo de que fue objeto la tumba, y todo lo que siguió, nos prueba que cada parte de su cuerpo, aun separada de él, puede ser un punto central, o núcleo, para que las partículas de su cuerpo astral volvieran a unirse”. Con adaptaciones fílmicas, no se volvió la pieza que pudo ser.
Imhotep
A Imhotep (o Imutes) se le considera fundador de la medicina egipcia y arquitecto pionero, además de responsable de la primera pirámide de Egipto (la escalonada de Saqqara). En la historia se le consigna como un dotado, con un conocimiento que hacía del más instruido, sólo un discípulo. Su muerte le dio estatura de hijo divino y las principales ciudades le dedicaron espacios de adoración. A su alrededor se edificaron leyendas y los misterios que buscaban desentrañar la naturaleza de su gran conocimiento. Se le atribuyeron milagros y hazañas increíbles. Como con Jesús en el Cristianismo, la mayoría de esas crónicas se escribieron y publicaron muchos años después de su muerte. Cuestionado como personaje de historias fantásticas y mito fundacional egipcio, la arqueología lo certificó como un personaje legítimo, lo que acrecentó la admiración que se le prodigaba. En El horror en el cine y la literatura, Norma Lazo escribe: “(…) los mitos son considerados una tradición oral alejada de la veracidad histórica, siguen siendo importantes porque hablan de la naturaleza interior del ser humano, del aspecto místico y espiritual que no se satisface con explicaciones pragmáticas”.
Universal Pictures hizo de los grandes personajes del horror una colección fílmica extraordinaria. Después de los éxitos de El fantasma de la ópera (Rupert Julian, 1925) Drácula (Tod Browning, 1931) y Frankenstein (James Whale, 1931), los estudios encomendaron a Karl Freund dirigir la película La momia (1932), con Boris Karloff como el revivido Imhotep (con maquillaje extraordinario de Jack Pierce). Perturbado en su sueño eterno, Imhotep activaba una serie de crímenes por dañar el valioso legado egipcio (con romántica historia de fondo), concepto proveniente de las leyendas más antiguas sobre molestar a los muertos, lo que ha sido retomado en literatura y cine de todo el mundo. Freund sólo dirigió una película más, pero tenía una espléndida concepción visual, lo que había plasmado como fotógrafo en Drácula y en el clásico Metrópolis (Fritz Lang, 1927), antes de emigrar a Estados Unidos. No era la primera momia fílmica; otras cintas la habían destacado, si bien hoy son menos conocidas, como Los ojos de la momia, de Ernst Lubitsch (1918).
Momias aztecas
Las momias de Guanajuato son conocidas internacionalmente, si bien no son las únicas en México; hay en varias zonas, como Tamaulipas, Yucatán, Coahuila, Sonora y Durango. Las resguardadas en el museo guanajuatense reciben a visitantes de todo el globo. Con un grupo de momificaciones que contiene variedad de años por más de un siglo, han sido inmortalizadas en relatos, crónicas espeluznantes, reportajes y pasajes cinematográficos. Están en los créditos de Nosferatu (1979), de Werner Herzog, y pasaban de las vitrinas al ensogado y las calles guanajuatense en Las momias de Guanajuato (Federico Curiel, 1970), obligando a poner el agregado de El Santo, Blue Demon y Mil Máscaras, con Tinieblas personificando a la momia líder, Satán, permanente quitasueños de los espectadores infantiles, para quienes hubo entrega especial con la buena cinta animada La leyenda de las momias de Guanajuato (Alberto Rodríguez, 2014).
Siguiendo los pasos de la obra de Freund, hay momias malignas en cine de todas partes, con peso especial en los países que cuentan con su propia tradición de momias, como México. Rafael Portillo dirigió una trilogía (1958), con enormes flaquezas argumentales, pero que se convirtió en diversión popular y regocijo, con La Momia Azteca, La maldición de la Momia Azteca y La Momia Azteca vs El Robot Humano. Con locaciones en la zona arqueológica de Teotihuacán, se supone que el robo de un pectoral y un brazalete propician la vuelta a la vida de Popoca, guerrero azteca momificado y sepultado en la pirámide del Sol. Imposible comprender por qué la mismísima Momia Azteca se detiene ante la amenaza del símbolo cristiano de la cruz, pero el poderoso Popoca, capaz de volver del inframundo y aguantar plomo de múltiples calibres, es derrotado con un crucifijo que no parece tener ni plata de Taxco.
Más momias mexicanas de variados ropajes, efigies monstruosas y veloces movimientos, arrancaron lo mismo sustos que risas en cintas como El castillo de los monstruos (Julián Soler, 1957), El robo de las momias de Guanajuato (Tito Novaro, 1972), Las luchadoras contra la momia (René Cardona, 1964), Santo y Blue Demon contra los monstruos (Gilberto Martínez Solares, 1965), El robo de las momias de Guanajuato (Arturo El Villano Martínez, 1973), Las momias de San Ángel (Arturo El Villano Martínez, 1973), Chabelo y Pepito contra los monstruos (José Estrada, 1973), La mansión de las siete momias (Rafael Lanuza, 1975), y otras más.
Hammer Films produjo The Mummy (Terence Fisher, 1959), recobrando el concepto de la maldición y la venganza criminal del ser ancestral, se colmaron muchas versiones, algunas con gran despliegue publicitario para considerarse la nueva versión del clásico, como La momia (Stephen Summers, 1999), más cargada a la acción y la comedia, o versiones con intenciones más tétricas como The Mummy (Alex Kurtzman, 2017). Las secuelas de la versión clásica de Freund, incluyeron La mano de la momia (Christy Cabanne, 1940) y El fantasma de la momia (Harold Young, 1944), con Lon Chaney Jr. Como pasa con Drácula o Frankenstein, cada cierto periodo se humedecen los vendajes preparando el regreso entre los vivos de otra momia aterradora.