Nueva York., La semana empezó con decenas de legisladores demócratas estatales huyendo de su estado, Texas, para pedir auxilio en Washington; el presidente Joe Biden declaró que la democracia en su país enfrenta su batalla más vital desde la Guerra Civil, mientras miles marchan y se manifiestan por la defensa del derecho más elemental en una democracia: el sufragio efectivo.
“Hay un asalto en desarrollo en Estados Unidos hoy día, un intento por suprimir y subvertir el derecho al voto en elecciones imparciales y libres, un asalto a la democracia, un asalto a la libertad, un asalto a quienes somos…”, afirmó el presidente Biden en un discurso en la llamada cuna de la democracia estadunidense, Filadelfia, el martes pasado. “Estamos enfrentando la prueba más significativa de nuestra democracia desde la Guerra Civil”, declaró.
Sólo este año, señaló, 17 estados han promulgado 28 nuevas leyes para dificultar el voto, junto con otros 400 proyectos pendientes en legislaturas estatales impulsados por republicanos con el mismo propósito. “¿No tienen vergüenza?”, preguntó. Subrayó que la decisión ahora es entre “democracia y autocracia”.
Biden atacó directamente a Donald Trump y sus cómplices por no aceptar su derrota en la elección de 2020, afirmando que en este país, “aceptas los resultados, cumples con la Constitución… no afirmas que los hechos son ‘falsos’ y después intentas hacer caer al experimento estadunidense sólo porque estás descontento... Eso no es democracia, es negar el derecho al sufragio”. Suprimir y subvertir el voto “es la cosa más antiestadunidense que nos podemos imaginar, lo más antidemocrático, lo más antipatriota”, acusó.
Al indicar que el resto del mundo está observando, Biden expresó: “me preguntan… si va a estar ok la ciudadela de la democracia en el mundo”.
Biden estaba hablando de dos amenazas, una antigua de esfuerzos por suprimir el voto, y otra, según expertos, más nueva estrenada a escala nacional el año pasado con las elecciones presidenciales, de la subversión o anulación del voto.
A tal extremo han llegado las cosas que el pasado lunes unos 54 legisladores demócratas estatales huyeron de Texas, con lo cual hicieron imposible el quórum necesario para que los legisladores republicanos y el gobernador promovieran una ley diseñada para suprimir el voto, sobre todo de comunidades latinas y afroestadunidenses y cuya participación electoral amenaza su control del estado. Ante ello, el gobernador Greg Abbott amagó con arrestar a todos esos legisladores cuando regresen al estado, y que convocará a sesiones especiales del Congreso estatal hasta lograr su objetivo.
“Estamos aquí en Washington porque queremos proteger el derecho civil al voto para millones de texanos”, resumió la legisladora estatal Rhetta Bowers en conferencia de prensa el martes con sus colegas, quienes instaron al Congreso federal a actuar lo más pronto posible para aprobar el proyecto de ley Por el Pueblo, que incluye protecciones federales para ejercer el voto.
A la vez, movimientos como la Campaña de los Pobres y defensores de libertades y derechos civiles afroestadunidenses y latinos se han visto obligados a retomar la batalla por el derecho al voto. Fue sólo en 1965 con la promulgación de la Ley de Derechos al Voto, un triunfo del movimiento de derechos civiles de los años 60, que por primera vez se garantizó ese derecho para todo estadunidense.
Ahora esta pugna por la democracia electoral alcanzó niveles sin precedente durante el último año, incluida una crisis constitucional provocada por el entonces presidente Donald Trump, cuyo mandato culminó con una intentona de golpe de Estado el 6 de enero.
Las nuevas iniciativas para limitar el voto impulsadas por republicanos son justificadas con lo que ahora se llama “la gran mentira”, que empezó desde antes de los comicios, cuando Trump y sus cómplices insistieron en que su derrota era resultado de un gran fraude electoral. Es algo que el magnate y sus seguidores siguen propagando a diario, incluso ahora. Eso, a pesar de que hay nula evidencia de fraude y decenas de tribunales, incluida la Suprema Corte, han rechazado el argumento por falta de evidencia.
Las nuevas leyes y proyectos de ley buscan suprimir y/o controlar el voto de varias maneras, desde obstaculizar el proceso con nuevos requisitos de identificación, dificultar el acceso a casillas (al limitar horarios y ubicaciones) y maneras de emitir el voto a través de correo o de depósitos especiales. Otras medidas están diseñadas para otorgar más poder a las cúpulas políticas estatales en contar y certificar el voto, lo cual implica hasta el poder de desechar el resultado si no es el deseado.
Ayer, el republicano electo más poderoso del país, el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, se burló tanto del discurso de Biden, al cual calificó de “disparate”, como de los legisladores texanos, quienes dijo que “en realidad vinieron a Washington a tomarse selfis, gozar de los reflectores y rogar a los demócratas en el Senado tomar el control de las elecciones en Texas”.
Entre McConnell en Washington y Abbott en Texas, todo indica que los republicanos a nivel federal y en varios estados claves sólo aceleran sus esfuerzos para suprimir y/o controlar el supuesto sufragio efectivo. Saben bien que el futuro de su partido depende de este tipo de esfuerzos.
A la vez, la disputa sobre el voto es nutrida por la campaña derechista de fake news impulsada desde la Casa Blanca bajo Trump desde hace cinco años, calificando a los medios que lo criticaban de “enemigos del pueblo”. Esto ha acelerado la desconfianza ya de por sí amplia de los medios, al punto de que, según un sondeo reciente del Instituto Reuters de consumidores de noticias en 46 países, Estados Unidos ocupó el último lugar: sólo 29 por ciento de los encuestados confían en los medios de noticias (https://www.poynter.org/ethics-trust/2021/us-ranks-last-among-46-countries-in-trust-in-media-reuters-institute-report-finds/).
Así, mientras Washington despacha asesores a Haití para supuestamente rescatar lo que queda de esa democracia, condena a Cuba y otros países (aunque no algunos aliados) por no respetar los derechos democráticos, y afirma que su política exterior se basa en los dos pilares de democracia y derechos humanos, dentro de Estados Unidos aún no se ha logrado garantizar el sufragio efectivo y universal.