La Habana., Tras las protestas del domingo la calma parece regresar a Cuba, aunque es difícil saber cuán duradera puede ser, dada la compleja situación que vive la nación antillana. La economía sufre por el bloqueo de Estados Unidos, reforzado por las medidas de Donald Trump y de Joe Biden, y por la lentitud del gobierno cubano en el impulso de las reformas. La pandemia, controlada durante 2020, se desató en el último mes con virulencia terrible, especialmente en la provincia de Matanzas. Los gastos sanitarios están desangrando unas arcas estatales que ya estaban maltrechas antes de la llegada del coronavirus. Las enormes colas para comprar alimentos y los cortes de luz por las averías de varias centrales fueron la gota que desbordó el vaso hacia los llamados del anticastrismo para salir a protestar a las calles.
La presión que han vivido los cubanos es verdaderamente desgastante. Han sido 15 meses encerrados en sus casas, sin escuelas para los niños, con grandes dificultades para comprar alimentos y recientemente se sumaron largos apagones. Por si esto fuera poco, las autoridades deciden eliminar una de las monedas, elevando además salarios y precios. La medida provocó una inflación tremenda, la mayor parte de los productos son vendidos en moneda dura y el Banco Central se niega a recibir dólares en efectivo por la dificultad para usarlos después debido a la persecución de Washington a las transacciones internacionales de Cuba. Así que, además, el ciudadano debe buscar dólares canadienses, libras esterlinas o euros. La moneda europea ha disparado a tres veces su valor oficial en el mercado negro.
El problema financiero de los cubanos de a pie se agrava, dado que la pandemia impide el ingreso de turistas y las medidas tomadas por Trump prohibieron las remesas familiares a la isla. Para empeorar las cosas, Biden mantiene todas las políticas de su predecesor y además pone a Cuba en la lista de países que promueven el terrorismo y en la de los que participan en la trata de personas. La primera lista ubica bajo la lupa a cualquier banco que opere con La Habana, y la segunda va dirigida a castigar a los países que contraten brigadas médicas cubanas. La decisión busca cerrar la única vía importante de ingreso de divisas que le queda al país.
Esta crisis financiera nacional la sufren la mayoría de los cubanos, los cuales pasan sus días haciendo enormes colas para comprar, porque las autoridades de comercio han sido incapaces de crear tiendas virtuales. Éstas podrían facilitar la vida a la gente y protegerlos de los contagios de Covid-19 al que se enfrentan cuando pasan horas rodeados de desconocidos, amontonados a la sombra de los pocos árboles que rodean las tiendas. Los ciudadanos tienen que luchar además contra una legión de coleros, personas que viven de acaparar lo que aparece en las tiendas para revenderlo después a un precio mucho mayor. Paradójicamente, los coleros han organizado un comercio virtual que funciona a las mil maravillas, usando Facebook o WhatsApp.
Es en este escenario que desde Estados Unidos comienza una campaña para realizar una “intervención humanitaria”, mecanismo utilizado antes para entrar militarmente en Yugoslavia y Libia. Sin embargo, La Habana guardó silencio, mientras en las redes sociales se desataba una campaña asegurando que por soberbia el gobierno se negaba a abrir un “corredor humanitario” para recibir ayuda desde el extranjero. La propuesta fue tan atractivamente presentada que muchas personas dentro y fuera de Cuba comenzaron a pedir al gobierno que se dejara ayudar. Cuando por fin La Habana reaccionó e hizo públicas las vías para enviar la ayuda internacional, ya era tarde para cambiar su imagen y el domingo miles de ciudadanos se lanzaron a las calles a protestar.
Manifestaciones y reacción
Las manifestaciones convocadas en San Antonio de los Baños, en el occidente de la isla, y la de Palma Soriano, en el otro extremo, fueron reproducidas masivamente en las redes sociales y el descontento hizo salir a la calle a gente en La Habana, Cienfuegos, Camagüey y Santiago de Cuba, entre otras plazas. Junto a los opositores había muchos ciudadanos descontentos por la situación, reconoció el presidente Miguel Díaz-Canel, quien se presentó en San Antonio y convocó a la población adepta al gobierno para “retomar las calles”. La consigna enarbolada por el mandatario fue: “la calle es de los revolucionarios”, convocando a todos, con los comunistas en primera fila, a defender la revolución. Unas horas después, en los mismos lugares donde se había protestado contra el gobierno, se daban vivas a Fidel Castro.
El grueso de los manifestantes y de los policías mantuvo un nivel de violencia muy bajo, nada comparado con lo que ocurre en otros países de la región como Colombia o Chile. No han informado de muertos en ninguno de los bandos, ni de represión masiva, sólo golpes y arrestos selectivos. Los hechos más violentos ocurrieron en La Habana, donde pusieron ruedas arriba tres coches patrulla y asaltaron algunas tiendas para robar electrodomésticos. Sin embargo, los violentos parecían una minoría dentro de los grupos de manifestantes. En el malecón habanero, por ejemplo, cuatro policías intervinieron en la protesta para desarmar a un hombre que portaba un machete y efectuaron la detención sin que la masa los atacara.
El lunes por la mañana, el presidente, el primer ministro y varios ministros comparecieron en cadena de televisión y radio para rendir cuentas a los ciudadanos y pedir calma. Aseguraron que esta semana entran en funcionamiento dos centrales eléctricas que terminarán con los apagones. Dieron los datos de toda la ayuda humanitaria que Cuba está recibiendo de personas, empresas y gobiernos del mundo. Uno de los ministros más respetados por la población, José Ángel Portal, titular de Salud, explicó los errores cometidos en el enfrentamiento a la pandemia y también los esfuerzos que se están haciendo. Por primera vez dieron las cifras de cuánto cuesta al país cada contagiado, cada enfermo y cada caso grave en una unidad de cuidados intensivos. La líder del grupo científico que elaboró Abdala, primera vacuna latinoamericana contra el Covid-19, garantizó la efectividad del antígeno e informó que se acelerará la inoculación en todo el país.
Sin dudas el bloqueo de Estados Unidos es el primer problema económico que enfrenta Cuba, pero hay otros como la lentitud del gobierno para realizar los cambios que él mismo propone. Hace años que decidieron aprobar la creación de las pequeñas y medianas empresas (pymes) y todavía no han escrito las normas regulatorias para poder constituirlas. Los encargados de organizar el comercio digital fracasan una y otra vez, pero todos siguen en sus cargos. A la unificación monetaria, planeada durante 10 años, han tenido que hacerle decenas de rectificaciones. Es difícil vaticinar si estas protestas volverán a repetirse o no, pero lo que está claro es que significaron un sacudón para el gobierno, un mensaje que dicho en buen cubano sería “espabila que el horno no está para galleticas”.