Los resultados de las pasadas elecciones se pueden interpretar desde una doble óptica. Una es estrictamente política, la otra los mira como parte de un proceso social de mayor amplitud y duración. En el primer caso, es indudable que la Cuarta Transformación (4T) logró mantenerse como primera fuerza partidaria y que su triunfo en 11 de las 15 gubernaturas amplifica la acción de la escala federal a la estatal, e incluso más, ahí donde exista correspondencia con los resultados municipales. Desde la segunda perspectiva hay algo más que lo anterior. Se trata de la expresión electoral de una fuerza social de izquierda que avanza por su propia inercia, y que votó por Morena a pesar de Morena, cuya parálisis y pérdida de brújula lo convierte en el primero y mayor obstáculo de la 4T. Qué diferencia con el periodo de Lázaro Cárdenas, donde los avances resultaron del apoyo y presión de las fuerzas dinámicas de los sectores campesino, obrero y popular de su partido. Ahora, una cierta “prudencia social” hizo que las ciudadanías otorgaran de nuevo su voto a Morena a pesar de las ambigüedades y titubeos no sólo de ese partido sino del gobierno actual. Tras casi tres años, la 4T ha demostrado ser un gobierno híbrido, no un gobierno de izquierda, cuyos claroscuros y contradicciones por fortuna todavía pesan menos que la de un retorno a las opciones neoliberales. Una situación que bien puede revertirse hacia 2024.
Esta fuerza social todavía en estado de latencia o, si se prefiere, en proceso de maduración, es la que ya ha logrado despertar en otros países (Chile, Bolivia, Colombia) y la que tarde o temprano será la protagonista central de la cuarta gran transformación en la historia del país. Esta fuerza social es la que estimula y acrecienta proyectos como Sembrando Vida, Escuelas para el Bienestar, Universidades Benito Juárez, Agricultura para el Bienestar, Jóvenes Construyendo el Futuro, y otros, porque refuerzan, estimulan o inducen la conciencia y organización de la sociedad, pero la que reducen, marginan o suprimen otras políticas de la 4T.
Entre los sectores progresistas marginados o ignorados por el gobierno, y que probablemente volvieron a votar por Morena se encuentran: el sector cooperativista, los maestros democráticos, las organziaciones de ejidos y comunidades forestales, las cooperativas de pescadores, las organziciones cafetaleras, los ambientalistas rurales y urbanos, los estudiantes de las universidades públicas y privadas, los defensores de los derechos humanos, los sindicatos universitarios, el movimiento feminista, las organizaciones de afectados ambientales, los pequeños y medianos productores agrícolas, y un amplio sector de profesionistas, artistas e intelectuales.
Todos estos sectores votaron por Morena, a pesar de la falta de atención recibida por el poder federal. Los ejemplos abundan. El gobierno de la 4T disminuyó el presupuesto al Instituto Nacional de Economía Social (Inaes), el cual pasó de mil 979 millones (m) en 2018 a 784 m en 2019 y a 139 m en 2020. El sector cooperativista se encuentra ausente del discurso oficial, a pesar de que en México existen 18 mil cooperativas con ¡8 millones de socios! (https://lacoperacha.org.mx/radiografia-del-cooperativismo-en-mexico/). En México existen 14 mil 341 ejidos y comunidades con bosques y selvas, de los cuales solamente 16 por ciento cuentan con permisos de aprovechamiento forestal. El gobierno de la 4T no sólo ha disminuido el presupuesto de la Conafor, si no que ha quitado los apoyos a las mayores organizaciones de forestería comunitaria (https://comunidadesybosques.ccmss.org.mx/). Algo similar sucede con las cooperativas de pescadores y con las organizaciones de cafetaleros, básicamente cooperativas indígenas, ignorados por la política oficial. Despreciados o confundidos por el discurso los verdaderos ambientalistas, con 160 activistas asesinados, siguen sin ser reconocidos, incluyendo el millón de jóvenes urbanos que siguen a Greenpeace México, o las 140 organizaciones de afectados ambientales por la contaminación industrial de los principales ríos del país (Sonora, Atoyac, Lerma, Santiago, etcétera).
Finalmente debe señalarse la falta de diálogo con los maestros democráticos, portadores de modelos para una educación de vanguardia, y con el muy respetable conjunto de organizaciones ciudadanas progresistas. Creer que este gobierno tiene asegurada la continuidad en 2024 es una posición peligrosa. Los datos del último Reporte Económico aparecido en La Jornada (5/7/21, p. 20) son diáfanos y sugerentes. Del total de 125 millones de mexicanos, entre las élites (2 millones) y los sectores empobreciods o marginados tras décadas de neoliberalismo (74 millones), existen 49 millones de “no pobres”. Y este es un sector que no sólo piensa, analiza y participa, también vota.
Concluyendo: el futuro de la 4T depende de la izquierda social y debe ser atendida y correspondida.