La llegada de Martí Batres a la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México no sorprendió a nadie, más que un rumor, la nueva asignatura del senador se paseó como buscapiés en todos, o casi todos, los corrillos de la política local y nacional, tal vez para medir reacciones, porque Batres no es, ni con mucho, monedita de oro.
Suponemos que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, midió, de muchas maneras, el arribo de Batres, porque para nadie es un secreto, tampoco, que Martí es un hombre sectario, creyente del trabajo político en tribus, y con ambiciones, a veces, desmedidas.
No obstante la administración capitalina demanda hoy una Secretaría de Gobierno con la experiencia y la fortaleza que le han dado los años de lucha al que será el segundo de abordo en el aparato que trabaja desde el Zócalo.
La oposición, que se sabe frágil pese a sus triunfos, entiende que es sólo con demandas a gritos, con las amenazas desde las tribunas mediáticas, como puede combatir al gobierno de Claudia Sheinbaum, y eso porque también está cierta de que no tiene el respaldo ciudadano suficiente para convertirse en opción de gobierno.
A eso habrá que sumarle que una de las tareas urgentes, porque cada día aumenta su conflictividad, es el comercio callejero que ha ido desbordando los límites impuestos por las leyes y la autoridad en casi todos los espacios en los que se desarrolla.
Aunque algunos de los líderes de ese tipo de comercio están en la cárcel como presuntos responsables de violar la ley, las organizaciones acéfalas, empiezan a crear nuevas representaciones más bien lejanas a la posibilidad de renovar acuerdos.
El problema es grande y grave, y sí, se requieren nuevos acuerdos, límites de acción consensuados, y canales de comunicación que planteen una forma diferente de organizar el mercado callejero.
Ese será otro de los retos para Martí Batres, quien también en el gobierno de Marcelo Ebrard tuvo una responsabilidad parecida y alguna alternativa presentará en breve, seguramente.
En fin, si desde las filas de la oposición se declaró la guerra al gobierno de Sheinbaum, por que la supusieron debilitada, la jefa de Gobierno responde, sin titubeos, a la provocación con una de los duros de la izquierda. La cosa va en serio.
De pasadita
En medio de un mar de gente que quería saber, conocer, que estaba admirada, incrédula, la jefa de Gobierno –pocas veces tan sonriente– inauguró el Cablebús que ahorrará tiempo y dinero a los usuarios de nororiente de la capital.
El viaje en las góndolas que se desplazan sobre un muy grueso cable, a muchos metros de altura, nunca la misma en la trayectoria, van descubriendo partes de la ciudad donde la pobreza ha encajado todos sus colmillos, y donde parecía haber arrancado toda esperanza a los habitantes de la alcaldía Gustavo A. Madero.
La obra, de apenas nueve kilómetros, no es milagrosa, pero dará empleo a varios cientos de habitantes del lugar, no tendrá un costo mayor y evitará la contaminación producida por el transporte privado que circula en la zona.
Es curioso, un hombre de mediana edad, recargado en una pared sobre la avenida Ticomán donde se halla una de las estaciones de abordaje, miraba sin parpadear el paso de las góndolas.
–¿Le gustan?
–No es que me gusten, es que nunca me lo imaginé. Que esté pasando esto, lo veo y no lo creo. Aquí a veces llegan las cosas nuevas, pero más allá, más arriba, no llegan ni las mentadas, y mire, para allá van los carritos (góndolas). No lo creo señor, no lo creo.