Especialmente a partir de los años 40 del siglo pasado, México ganó prestigio en la ingeniería y la arquitectura de su obra pública. Con la primera, por las magnas obras de irrigación e hidroeléctricas para modernizar la producción agropecuaria en los nuevos distritos de riego y generar la electricidad requerida en los centros urbanos y las actividades económicas. En esa tarea se contó con un calificado grupo de ingenieros egresados de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), nuestra máxima casa de estudios. Varias empresas sobresalieron por esos trabajos. Como Ingenieros Civiles Asociados (ICA). Su prestigio traspasó fronteras. Hoy padece una severa crisis y la desplazaron nuevos consorcios, algunos de ellos extranjeros gracias a la corrupción oficial y privada.
En el campo arquitectónico, el prestigio se logró con innovadores proyectos. Por ejemplo, la Ciudad Universitaria, los hospitales de especialidades, el Centro Médico Nacional, el de convivencia en Oaxtepec, Morelos, del Instituto Mexicano del Seguro Social. Éste y el de los trabajadores del Estado construyeron novedosos conjuntos habitacionales.
En cambio las lluvias de cada año muestran que otras obras, magnas, únicas en el mundo, costosísimas, incumplen sus objetivos. Hace una semana el agua inundó el hospital general y el palacio municipal de Atizapán, estado de México. Fue allí donde el presidente Felipe Calderón inauguró varias obras y puso en marcha otras que “acabarían para siempre”, aseguró, con las inundaciones en el oriente de la cuenca de México.
El hospital de Atizapán está en la parte baja de la colonia El Potrero, y ya se inundó hace 10 años. Todo indica que, aun con obras de remediación, seguirá en peligro pues lo edificaron en lo que es el antiguo desfogue de las aguas pluviales provienentes del cerro de Calacoaya. Otro hospital tuvo una inundación más grave en octubre pasado: el de Petróleos Mexicanos en Villahermosa. Trabajadores del nosocomio culparon de negligencia a los directivos. Y ellos, a que no funcionaron los cárcamos para desfogar el agua de las lluvias. Agreguemos que meses antes había “colapsado” parte del techo por filtraciones en los conductos de agua. En Tabasco la obra pública y no pocos asentamientos humanos están en sitios muy frágiles, peligrosos, pues son caminos del agua.
Obras faraónicas a cargo de nuevos consorcios surgidos a la sombra del poder. Pero las lluvias de junio y este mes muestran sus limitaciones y dejan cuantiosos daños en colonias populares y las vías de comunicación más importantes de 20 ciudades, encabezadas por la capital del país. Igual en los municipios del norte, oriente y sur de la cuenca de México, densamente poblados. Las autoridades las atribuyen a que llueve como nunca y por eso el drenaje es insuficiente. Pero miles de vecinos afectados en sus viviendas, negocios y vida diaria señalan que es pésimo y no tuvo mantenimiento oportuno. Además, se tapona con tierra de los deslaves de las partes altas de la cuenca. Convendría que los dependencias oficiales informaran qué tanto aumentó las últimas décadas el volumen de agua que traen las tormentas tropicales y los huracanes. Para saber si es la causa de las inundaciones.
De lo que no existe duda es que el agua de las lluvias encuentra taponados sus cauces tradicionales y no logra inflitrarse a los mantos freáticos. Lo impide la mancha de asfalto y los nuevos asentamientos humanos, que han crecido vertigionsamente los últimos 70 años. En ellos viven millones de migrantes del medio rural. Sin apoyos suficientes o buena tierra para convertirse en prósperos agricultores y dejar de ser mexicanos de quinta, ocuparon las tierras de las periferias de las ciudades, antes campos de cultivo y zonas forestales.
Esa ocupación, sin el ordenamiento mínimo de las instancias oficiales, muchísimas veces la han dirigido los profesionales de las invasiones de terrenos y los caciques locales de ejidos y comunidades agrarias. Contaron para ello con el partido que por décadas años trazó los destinos del país. A cambio de voto en las elecciones, regularización de los nuevos asentamientos, dotación de los servicios básicos, escrituras.
Bien vale describir la ocupación anárquica de la periferia de las principales ciudades. Y cómo ahora la naturaleza cobra las agresiones que ha sufrido. Lo haré el lunes próximo.