La Cuarta Transformación no puede mantenerse como simple cambio de gobierno o siquiera de Estado, sino que también debe trastocar la cultura política de la nación. Debemos transitar de la vieja cultura política priísta de obediencia y de silencio, donde la “unidad” se impone a partir de la eliminación de las diferencias, a una nueva cultura de participación y de debate donde la unidad se construye a partir de la diversidad y la pluralidad.
El “exhorto” publicado por la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ) del partido Morena el pasado jueves 8 de julio constituye un nítido ejemplo de cómo las viejas prácticas se han anidado incluso dentro del partido fundado por Andrés Manuel López Obrador. En el documento aprobado de manera unánime por los cinco integrantes de este órgano de justicia intrapartidaria bajo la clave CNHJ-169-2021, la CNHJ “condena enérgicamente las manifestaciones ocurridas en el marco del evento de celebración de los tres años de las victorias del pueblo” en el Auditorio Nacional. Según los cinco jueces del buen comportamiento de los militantes, estas manifestaciones críticas a la dirigencia de Mario Delgado “demuestran un espíritu contrario a los principios democráticos de unidad que deben primar en la convivencia entre compañeros de partido y de proyecto de nación”.
Es importante señalar que la CNHJ no es cualquier órgano, sino que tiene la facultad de sancionar a los integrantes de Morena con la suspensión de sus derechos partidistas, a votar o ser votado por ejemplo, e incluso con su expulsión del partido. Así que la llamada de atención no es simplemente discursiva, sino que constituye una amenaza directa a la militancia.
El mensaje autoritario y censurador es perfectamente claro. O se callan o se atienen a las consecuencias.
Ahora bien, evidentemente hubiera sido mejor que el profundo descontento de la militancia con el liderazgo de Delgado hubiera encontrado una vía interna, más discreta y productiva, para manifestarse. Sin embargo, tal como ya hemos relatado en estas páginas, la paulatina destrucción de la institucionalidad democrática del partido ha ido cerrando una por una todas las puertas a la participación de la militancia (véase: https://bit.ly/36twYl5).
Hoy por hoy, ninguno de los órganos del instituto político funciona cabalmente de acuerdo con la normatividad interna. Se supone que el consejo nacional del partido finalmente se iba a reunir ayer, domingo 11 de julio. Pero ese encuentro fue cancelado de última hora por motivos ocultos.
La única vía que les queda entonces a los militantes para expresarse es literalmente desde las gradas, medio que hicieron valer con valentía y dignidad el pasado 8 de julio. De manera totalmente pacífica y sin levantarse de sus asientos, la mayoría de los asistentes al acto en el Auditorio Nacional recibieron el discurso de Delgado con chiflidos y abucheos.
Es falso que esta protesta haya sido organizada previamente por Claudia Sheinbaum o algún otro grupo. Fue una expresión espontánea y auténtica de parte de individuos libres que aprovecharon el único foro disponible para expresar su descontento.
Pero aún más sorprendente que la manifestación misma, fue la respuesta de Delgado. Similar a la reacción de Enrique Peña Nieto después de su encuentro fallido con estudiantes de la Universidad Iberoamericana el 11 de mayo de 2012, que dio origen al movimiento #YoSoy132, el presidente de Morena inmediatamente emprendió una cacería de brujas contra los supuestos “infiltrados” que creía habían orquestado la protesta.
Un líder maduro, fuerte y con legitimidad primero hubiera tomado un largo respiro para después emitir personalmente un llamado a la concordia junto con una generosa invitación a la unidad. De manera franca y de cara a la militancia, Delgado tendría que haber convocado a los inconformes a dialogar y a conversar sobre el pasado, el presente y el futuro del partido y de la Cuarta Transformación.
Pero en lugar de demostrar sus dotes de liderazgo democrático, Delgado prefirió tomar la ruta priísta de presionar a otros a suplir por su falta de carisma. Así, la CNHJ, que, de acuerdo con el artículo 49 del estatuto, debe ser “independiente, imparcial y objetiva”, decidió tomar partido en favor de la dirigencia, dejando a los militantes en un estado de total indefensión. Su “enérgica condena” a la militancia en este caso contrasta de manera notable con el silencio cómplice de este órgano con las innumerables violaciones a los estatutos cometidos todos los días por la dirigencia.
La unidad es necesaria, desde luego. Pero una unidad impuesta desde arriba a partir de la exclusión y la censura no generará la fortaleza necesaria para defender los logros y consolidar la Cuarta Transformación. Solamente una unidad que se construya desde abajo y a partir de la más amplia pluralidad de voces tendrá suficiente fuerza para resistir los constantes embates de la oposición golpista.