Conservadores por instinto y por cultura, los seres humanos batallamos más de la cuenta en avanzar individual y colectivamente. Estorbarnos unos a otros se nos da por naturaleza y por esa milenaria carencia de herramientas para revisar paradigmas o modelos de comportamiento no por aceptados menos inoperantes. La creación de nuevos paradigmas que contribuyan, en serio, al crecimiento personal y colectivo nos resulta, si no imposible, demasiado arduo, por más innovadores que nos pretendamos.
Lo anterior, a propósito de la despenalización en España de la eutanasia, cuya Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia entró en vigor el 25 de junio pasado, luego de que el 18 de marzo el Congreso de los Diputados la aprobó por mayoría absoluta. Como suele ocurrir, haber despenalizado la muerte asistida en ciertas circunstancias o dejar de tipificar como crimen o delito el derecho a la muerte digna, estará sujeto a innumerables requisitos, precisamente por la resistencia de diversos poderes a adoptar, con más oportunidad y menos burocracia, otros criterios de convivencia y de respeto a la libertad y autonomía de los ciudadanos.
Así, este derecho tan inalienable como postergado a nivel mundial se autorizará únicamente a personas mayores de edad –los menores no deciden en torno a sus padecimientos– que sufran una “enfermedad grave e incurable” o un padecimiento “grave, crónico e imposibilitante” que cause un “sufrimiento intolerable” a causa de una enfermedad en fase terminal o a una irreversible que provoca graves limitaciones a su autonomía física.
Sólo en pocos países es legal la eutanasia: Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Nueva Zelanda, algunos cantones de Suiza y ciertos estados de Estados Unidos, mientras en Latinoamérica farragosos proyectos de ley y un añejo conservadurismo mantienen al margen de ese derecho a la población, como si por acá no se quisiera importunar personales creencias religiosas, el acatamiento a los dictados del Vaticano o a quienes invocan objeción de conciencia.
En España, luego de 37 años de pugnar por la legalización del derecho a morir dignamente, además de los requisitos citados, la flamante ley impone ¡10! estorbosos, burocráticos e insensibles pasos para autorizar la petición de eutanasia o provocar la muerte sin dolor a solicitud del paciente. Ya volveremos sobre estos pasos de despenalizar para estorbar.