La final de la Eurocopa en Wembley entre Inglaterra e Italia no fue del todo una fiesta deportiva. Antes del partido, aficionados ingleses protagonizaron disturbios y lograron colarse sin boleto al estadio.
Varias decenas de millares de británicos se congregaron en torno al estadio desde temprano, algunos de ellos, ya bajo los efectos del alcohol, comenzaron a lanzar piedras, latas de cerveza, mochilas o conos de señalización hacia los transeúntes.
Incluso, tres aficionados italianos sufrieron actos vandálicos, a pesar del elevado número de policías desplegados en las inmediaciones del estadio, constató la prensa.
La mayoría de los aficionados italianos con una entrada para la final ingresaron con tiempo al estadio para ocupar sus localidades. Las vías peatonales de acceso al estadio se hallaban cubiertas de residuos y de vidrios de botellas rotas.
Según imágenes difundidas en redes sociales, decenas de aficionados sin boleto derribaron las vallas y desbordaron al personal de seguridad para entrar en el perímetro del estadio.
La sociedad que gestiona el estadio de Wembley señaló en un comunicado que se enfrentaba “a un incidente en el perímetro exterior del estadio” y que había recibido el apoyo de la policía.
“Se activaron rápidamente medidas de seguridad en las zonas afectadas y no han entrado al estadio gente sin boletos”, aseguró.
“Hubo un fallo de seguridad y un pequeño grupo de personas se coló”, dijeron los administradores de Wembley, pero el personal removió a los hinchas sin entradas.
“Todo individuo adentro del estadio sin boleto será expulsado de inmediato”, anunció.
En Twitter, la policía de Londres pidió a los aficionados que no acudieran al estadio sin sus respectivas entradas, ya que la zona está “extremadamente concurrida. Tenemos agentes en el lugar para ocuparse de la multitud y garantizar la seguridad”.
Trenes repletos de aficionados salían desde la zona de Wembley destino al centro de Londres, sin duda para presenciar la final delante de pantallas de televisión.
Wembley, estadio con una aforo para 90 mil espectadores, acogió la final de la Eurocopa con un tope de 67 mil por la pandemia.
Al finalizar el partido y tras la conquista de la Eurocopa por Italia vía penales, el centro de Roma fue el escenario de los festejos, con un estridente concierto de cláxones ambientado por una nube de bengalas con la segunda estrella europea que ahora va cosida a la camiseta azul de la Nazionale, tras el título de 1968. Con el pitido final, miles de tifosi estallaron de júbilo envueltos en las llamas tricolores verde-blanco-rojo en las zonas instaladas cerca del Coliseo o de la Piazza del Popolo para encontrarse en la Piazza Venezia, al pie del monumento al rey Víctor Manuel II, padre de la Italia unificada.