El equipo de Gerardo Tata Martino se vio patético frente a Trinidad y Tobago, pero mientras en lo deportivo hay margen de maniobra, ya que la Copa Oro recién empezó, para los federativos el panorama se puso color hormiga. La lucha contra el grito homofóbico es igual a tirar puñetazos al aire, enfrentar a un enemigo invisible. Hubo tres interrupciones en el estadio de Arlington, al grado de que el técnico trinitario, Angus Eve, consideró: “nos debieron dar el juego”, es decir, el triunfo administrativo.
Tantos partidos disputados en Estados Unidos hacen que se pierda el sabor, el gusto y la emoción, hasta que una realidad terrorífica, como la del sábado por la noche, despierta con sobresalto. La pesadilla empezó con el empellón a Hirving Chucky Lozano, claro penal que no se marcó y dejó al jugador desmadejado, sangrante... Otra baja para un equipo que se desmorona y sobre el que pesan todas las expectativas del éxito económico del torneo estrella de la Concacaf.
El Tri es la selección que más partidos disputa en el mundo, el que genera más riqueza con estadios pletóricos, inclusive en tiempos de pandemia; especialmente lo será este 2021, pues SUM (Soccer United Marketing) lo fustiga para saldar las cuentas pendientes de 2020. El desgaste ha sido tremendo y tendrá que cumplir sin sus figuras: Raúl Jiménez sigue inactivo, Memo Ochoa está en Japón, Andrés Guardado se retiró lesionado, ahora es Lozano.
El equipo que comanda Martino da a la Federación Mexicana de Futbol una ganancia de 2.5 millones de dólares por partido, SUM y la federación estadunidense también se llenan las manos en la colecta y sin duda se quedan con la mejor tajada, faltaba más. Y, para que el negocio reditúe máximas ganancias, hay que invertir poco al hacer jugar a México con una Nigeria D, con Panamá u otros equipos de baja monta, de esos que cobran poco.
Tampoco se invierte gran cosa en árbitros, tan sólo van a cumplir y a cobrar... ¡Y que los jugadores no se atrevan a levantar la voz! o les pasa lo que a Javier Hernández. El Chicharito pudo ser el bastión y enrabolar la lucha, ya que primero se informó sobre cómo funcionan las cosas en Europa. Habló con Sergio Ramos, y con datos sólidos en la mano buscó negociar mejores dividendos para los seleccionados, pero sus modos no gustaron a Andrés Guardado ni a Guillermo Ochoa.
Era una buena lucha; sin embargo, el atacante tapatío perdió estatura moral con sus desplantes y, sobre todo, tras el asunto de las féminas en el hotel de concentración que derivó en el despido de un empleado de la federación, al que utilizó para sus travesuras... Vetado o automarginado, queda la sensación de que jugadores como el Chicharito y Carlos Vela no se están perdiendo de nada importante. Quizás hicieron bien en cortar por lo sano.
Desde tierras niponas y tras el incidente de Lozano, el portero Ochoa puso en sus redes sociales emoticones de caritas iracundas y se atrevió a poner destinatario: Víctor Montagliani (presidente de la Concacaf). Apenas hace unas semanas se había quejado: “Concacaf quiere que uno le dé la importancia necesaria y queremos darla, pero cuando pone en riesgo tu salud e integridad es complicado y difícil”. Tibieza total.
En síntesis, la gloria es también infierno. En el vecino país de norte los dirigentes mexicanos obtienen el sustento para toda su infraestructura –le llaman “industria” del futbol–; no obstante, ahora de nuevo están con cara de desconcierto, exhibidos en la más increíble incapacidad para eliminar el grito, ese odioso grito que hace temblar el sueño de dejarlos sin Mundial y hasta de organizar una tercera Copa, como tanto anhelan.
La gente lo captó bien, sabe que con el “eh puto” tiene la sartén por el mango. Si el espectáculo no es de su agrado, si no hay entrega, buen juego y goles, entonces la posibilidad de que estalle el multicitado clamor se multiplica. El Tata Martino se lamenta, abrumado aseguró que es difícil cargar la etiqueta de favorito. El miércoles va ante Guatemala, que entró a la Copa Oro en lugar de una Curazao que reportó varios casos de Covid.