El primer ataque conocido de la fuerza aérea zapatista ocurrió al amanecer el siglo, el 3 de enero de 2000, en las afueras del ejido Amador Hernández, al fondo de la selva Lacandona. El segundo está por iniciar con el desembarco en algún puerto de Europa de un contingente aerotransportado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). A pesar de las dos décadas y muchas otras cosas que las separan, ambas operaciones comparten la misma paradoja: son pacíficas, su arma es la palabra.
Los contextos y objetivos no podrían ser más diferentes, y, sin embargo, apuntan al corazón del enemigo, que en aquel remoto ejido tzeltal cerca del río Perla estaba representado por el Ejército federal tras la súbita ocupación injustificada de un predio a media selva establecido por helicópteros de carga y asalto, estilo guerra de Vietnam. Mismos manuales. Aquella ocupación duró varios meses y terminó con la retirada de los invasores, un triunfo para las comunidades rebeldes. No hubo bajas físicas en ninguno de los bandos, pero el ejemplo quedó sembrado. Por pobres que sean los pueblos, pueden contratacar exitosamente por aire y por el aire que respiran.
El ataque de 2000 fue reportado así en estas páginas: “La fuerza aérea zapatista atacó hoy el campamento del Ejército federal con aviones de papel. Unos volaban bien y se internaron derechito en la parte de los dormitorios, oculta por la vegetación y los grandes plásticos negros. Otros fallaron su vuelo y cayeron apenas tras las mallas cortantes.
“Las aeronaves, de color blanco y tamaño carta, llevaban escrito un mensaje para las tropas federales que ocupan predios de la comunidad desde hace ya casi cinco meses. No sólo los alambres de la valla son cortantes: ‘Soldados, nosotros sabemos que por pobreza vendieron su vida y sus almas. Soy pobre también, como millones somos los pobres, pero están peor ustedes, porque están defendiendo al que nos explota, o sea Zedillo y su grupito de ricachones’.
“La protesta de los indígenas de la región contra la ocupación militar de sus tierras en las orillas de los Montes Azules, diaria, persistente, casi increíble, ha buscado de muchas maneras hacerse oír por las tropas, que parecen existir al otro lado de la barrera del sonido. Esta tarde intentaron la vía aérea, en cuartillas escritas a máquina, originales y copias carbón, en la prehistoria de las técnicas de reproducción. Hicieron una y otra versión, con sus copias, para parapetar lo más posible su contingente de kamikazes por escrito. El avión es la bomba:
“‘Nosotros no vendemos nuestras vidas. Queremos liberar nuestras vidas y las de tus hijos, su vida de sus esposas, su vida de sus hermanos, la vida de sus tíos, la vida de sus papás y sus mamás y la vida de millones de explotados pobres mexicanos, queremos liberar sus vidas también para que no haya soldados que repriman a sus pueblos por órdenes de unos cuantos ladrones’.
“En otras ocasiones, la tropa del Ejército federal se cubre los ojos o se tapa los oídos, por órdenes superiores, para no atender los reclamos, mensajes o imprecaciones de los indígenas. Hoy, un oficial procura recoger los aviones que cayeron en la primera línea de combate, antes de las barricadas de costales y ramas donde los soldados apuntan, con los cascos puestos. Al menos ahora no pusieron ópera, como les ha dado por hacer a los militares, que llevan días sonando, tasajeados y distorsionados, algunos fragmentos selectos de Carmen, La Traviata y Guillermo Tell para que nada se oiga”. (https://www.jornada.com.mx/2000/01/ 04/protesta.html)
En 2021, una nueva generación de zapatistas de Chiapas ataca el corazón del Viejo Mundo a su manera, con pequeños pero elocuentes actos simbólicos. Una avanzada marítima pisó en Galicia tierras ibéricas y ya va por Francia.
La nueva “puntada” rebelde da la vuelta a la entrampada discusión política en México y sus presuntos extremos, y abre un escenario para las elaboradas demandas autonómicas, y que las tragedias actuales en Chiapas adquieran relevancia internacional y despierten conciencias anestesiadas u ocultas en los distintos países europeos.
Como dice mi pariente el doctor Ricardo Loewe, actualmente retirado en Austria, partícipe del zapatismo durante sus buenos 40 años, el anuncio y el arranque de la gira por Europa “hicieron que asomaran como hongos muchísimos pequeños y medianos colectivos inspirados o interesados en el zapatismo”.
Ello en un tiempo de anomia política. En redes sociales, plazas públicas y medios de comunicación, cuestionan al capitalismo rampante, al racismo, al sexismo, a la guerra misma, en clave zapatista.
La nueva operación mar-aire-tierra dará pie a mítines, conciertos, foros, marchas, asambleas, pintas y debates en escala menor pero insidiosa, invasiva para las buenas conciencias adormecidas y las malas conciencias encumbradas. Se trata de salvar al mundo, no como en las historietas, sino a partir de muchas microhistorias transatlánticas del mundo de abajo que apuesta con más urgencia que nunca por un mundo otro donde quepan muchos mundos.