Es un calvario...
Muchos toreros al verse en la necesidad de transmitir su espíritu vuelven a los ruedos, desempolvan su traje de luces, se dejan la coleta y retan de nuevo al toro, la mayoría de estos casos terminan en el peor de los recuerdos. Otros, asumiendo su condición de jubilados de los ruedos buscan seguir en el mundo taurino, pretenden transmitir esa vida tan intensa que tuvieron y seguir disfrutando de los momentos de gloria del instante de creación, no quieren que su existencia y sus muletazos queden en el olvido –ni que fueran tan efímeros como para que se perdieran de los recuerdos– y es aquí cuando algunos recurren a las letras para continuar su labor de creadores.
Es este el momento en el que el torero se decide a escribir para revelar su verdadera identidad y contar lo que vivió y sufrió a fin de que la gente pueda ver más allá del traje de luces. Muchos toreros, a pesar de ser artistas consumados, gente profunda y con toda una filosofía de la vida, no tienen el don de la palabra, no pueden escribir, es por eso que dictan, cuentan, narran su vida y sus recuerdos a algún escritor o periodista. Es este el caso de Armillita, quien a pesar de demostrar en el ruedo una inmensa profundidad y un arte excelso, no fue capaz de escribir y dictó sus memorias a Paco Malgesto y así se dio a luz a Armillita, maestro de maestros.
Sin embargo, no todos los toreros escriben; solamente los que encuentran en la fiesta de los toros un profundo conocimiento de la vida en ese continuo enfrentamiento con la muerte, los que ahondan en la profundidad de su alma y se preguntan: ‘¿quién soy?’; ésos son los que escriben.
Cuando Conchita Cintrón en su libro interroga ¿por qué vuelven los toreros?
El tema que escogen los toreros cuando escriben es casi siempre lo taurino; sin embargo, le dan diferentes enfoques. Pepe Hilo y Paquiro, tal cómo lo escribió, crearon sus tauromaquias o tratados sobre el arte de torear. Un tipo de reglamentación porque sienten la necesidad de mostrar a las generaciones futuras cuál sería la manera idónea del arte de enfrentar a un toro bravo. Ignacio Sánchez Mejía escribió teatro y poesía y, pudo expresar su arte en el toreo y en las letras. Carlos Arruza hizo sus memorias para la revista Mañana. Pasto narra sus experiencias en Mis memorias, y Conchita Cintrón y María La Serranita realizaron sus autobiografías.
Dice Bryce Echenique que las “únicas autobiografías que existen son las que uno inventa”, si un ser común y corriente puede reinventar su propia vida y escribirla, más un torero que, considerado por la tradición como un ser místico con una profesión llena de riesgo y seducción, tiene material de primera. (Continuará)
(AAB)