La humanidad ha transcurrido siempre a nuevas confrontaciones armadas con nuevos equipos más efectivos para eliminar al enemigo, y a lo largo de la historia, no obstante, los esfuerzos por controlarlas y llegar a acuerdos para evitar su propagación y prolongación, los esfuerzos se han quedado cortos y no, hasta el momento, no existe esfuerzo riguroso para exterminarlas.
Las conocemos por su clasificación y peculiaridades; guerra de guerrillas, guerra de agresión, de invasión, fría, nuclear y muchas otras que, de todas, el cálculo de decesos de gente inocente es lo de menos, pero sí el de destrucción en el menor tiempo posible, sin importar el daño profundo a la Tierra, fauna y flora.
Pero lo más reciente, que no nuevo, en temas de guerra es la inteligencia artificial. Con el desarrollo de la informática creció la posibilidad de mejorar las armas de guerra, de cualquiera de las que hemos mencionado. Lo importante es ganar. Y con el veloz e insospechado crecimiento de la tecnología (de la tecnología de la destrucción), la humanidad se enfrenta a una realidad muy preocupante. No se ha dado cuenta, o no ha querido ver, que mientras la pobreza en todos los continentes continúa, tenemos una advertencia de peligro que pasa desapercibida, voluntaria o involuntariamente: la trampa de una guerra total.
Aparentemente estamos en una guerra cibernética globalizada no declarada, pero ampliamente conocida en sus aspectos superficiales. Algunas opiniones coinciden en que es una revolución militar. Es decir ¿estamos en una guerra entre la inteligencia humana y la artificial? La informática nos lleva una ventaja enorme y nos ha tomado por sorpresa.
La búsqueda y localización de los recursos naturales para satisfacer las necesidades de la inteligencia artificial se está acelerando, y las consecuencias para el futuro ya lo han descrito en innumerables estudios acerca del agotamiento de los recursos. Son éstos, los que deberíamos explotar con mayor mesura. Porque, finalmente, no son los armamentos bélicos la finalidad de la transformación de dichos recursos. Ni el petróleo, el litio u otros materiales los que directamente nos alimentarán en un mundo sin recursos naturales renovables.
La cantidad de dinero gastada en armamento es inexplicable si su finalidad no es para acabar con el hambre de millones de personas en el planeta, aun de naciones vanguardistas en materia militar, como lo es Estados Unidos, país número uno en producción de equipo bélico, principal exportador y primero en arsenal propio.
Por ejemplo, tomando los 10 vehículos militares bélicos más caros fabricados en Estados Unidos, los dólares invertidos en este arsenal bélico servirían para un programa educativo antiarmas de fuego, mismas que han causado innumerables matanzas en esa nación. Servirían, asimismo, para crear fuentes de trabajo útil y eliminar el desempleo entre su población; para solventar la educación básica universal en todos sus niveles; abatir el costo de la atención médica, ya que ningún gobierno ni democrático ni republicano han asumido la atención gratuita. Además, podrían apoyar a muchos países pobres con programas para la autosuficiencia alimentaria.
De acuerdo con esta cifra, la inteligencia artificial resulta estratosférica. Es una alerta para la humanidad, puesto que la “carrera armamentista” finalizada, supuestamente, una vez desaparecida la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sigue imparable.
Estamos en la búsqueda de una transición energética en la que confiamos para el saneamiento ambiental. Sin embargo, con estos ejemplos de insensatez, la batalla en contra del armamentismo debe agilizarse y crecer. Ningún tipo de inteligencia debe ser aplicada para la destrucción, cualquiera que sea el motivo por defender. Toda guerra de agresión debe ser prohibida, no se justifica, pues van implícitos los delitos de genocidio, los llamados crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Tenemos derecho a un futuro esperanzador, con la inteligencia humana que podamos cultivar.
Costo de equipo
(Cifras en millones de dólares)