La pintora portuguesa Paula Rego transformó en siniestras fantasías la historia opresiva del fascismo y las narraciones de su infancia. La Tate Britain, ubicada en Londres, ciudad a la que ha llamado hogar la mayor parte de su vida, dedica una amplia retrospectiva a su obra, de riqueza colorida, que transporta a un perturbador mundo interior.
A los 86 años, Paula Rego se enfrenta a la rebeldía del pincel entre sus manos; la pintura se ha vuelto un reto mayor, pero todavía visita su estudio cada día, relató su hijo Nick Willing a la BBC.
“Artista intransigente de extraordinario poder imaginativo, ha revolucionado la forma en que representa a las mujeres”. Con estas palabras, la galería en Londres anuncia la exposición Paula Rego, que abrió al público desde el 7 de julio. “Que el juicio sobre su trabajo aún sea cuestionado puede deberse a que es portuguesa y mujer”.
De niña, Paula tenía miedo de todo. Al vivir su infancia en el Portugal del fascismo con la dictadura de Salazar, creció con el temor de que la policía estaba en cualquier parte, cuando pensar o decir ciertas cosas no estaba permitido; era una amenaza que trastornaría la frágil seguridad familiar.
Con su obra figurativa logró un manifiesto combativo, subversivo y liberador. En sus lienzos lo mismo combina las memorias de los cuentos de la infancia que retrata a protagonistas femeninas que luchan por la emancipación.
Rego nació en Lisboa en 1935. Sus padres impulsaron siempre su independencia y la alentaron para estudiar en Inglaterra, país en el que vivió desde los 17 años. Estudió pintura en la prestigiosa Slade School of Fine Art, en Londres, donde conoció al pintor Victor Willing, con quien se casó en 1959. En 1970 se estableció en el Reino Unido.
La Tate Britain señala que en Interrogation, que realizó Rego a los 15 años, afirmó su compromiso para denunciar la injusticia y defender a las víctimas. En las décadas de los años 60 y 70, en sus pinturas, collages y dibujos “se opuso apasionada y ferozmente a la dictadura portuguesa”.
También exploró cuentos populares como representaciones de la sique y el comportamiento humano, como en Blancaflor-The Devil and the Devil’s Wife in Bed, de 1975. En 1980 abandonó el collage y regresó a la pintura, en las que combinó las memorias de la infancia con sus experiencias de mujer.
El cuadro The Artist in Her Studio, de 1993, fue elegido como cartel de la exposición en la tierra adoptiva de la homenajeada. La protagonista de la pintura ocupa el espacio central, sentada en una postura un tanto masculina, imponente; al mismo tiempo parece absorta, rodeada de símbolos y ensoñaciones.
La amplia retrospectiva en la Tate Britain exhibe cerca de 100 obras, entre collages, pinturas, pasteles de gran formato, dibujos y grabados. Se ha incluido desde los trabajos tempranos de la década de 1950, en los que “exploró por primera vez la lucha personal y social”, hasta pinturas de su aclamada serie Dog Women and Abortion, y así como obras de la década de los años 2000 a 2010.
Con las obras sobre el aborto alcanzó notoriedad, destacan entre las imágenes más famosas y llamativas de la artista portuguesa, quien se sintió orgullosa de que fueran utilizadas en su país natal como parte de la campaña por la legalización de la interrupción del embarazo.
Otra serie significativa es Posse-ssion, cuando en 2004 plasmó su experiencia personal con la depresión, que en pasteles pocas veces exhibidos, combina la inspiración que tuvo de fotografías de mujeres en el siglo XIX diagnosticadas con el padecimiento de histeria.