Larry carga un saco más grande que llenó de hojalata. Vestido con harapos y botas de goma cubiertas de tierra, el enfermizo niño de ocho años deambula por el vertedero del barrio de Mindoubé, en la capital de Gabón, en busca de objetos de cobre y aluminio que pueda vender.
Como él, decenas de niños viven y trabajan en este lugar bajo un calor agobiante. Un olor pestilente emana de la montaña de inmundicia de decenas de metros, con precarias casas levantadas con capas y material de recuperación a lo largo del tiradero.
Una pila de objetos electrónicos, como televisores y computadoras, son quemados para recuperar el cobre y dejan un humo agrio que impregna el entorno.
Camiones recolectores descargan diariamente 800 toneladas de desechos en Mindoubé, el único vertedero de la capital Libreville, en este país de casi 2 millones de habitantes.
Unas excavadoras mueven la basura entre un alboroto permanente. En medio del pandemonio, los niños buscan cobre que pueden vender por el equivalente, en francos de la comunidad africana, de 3.6 dólares el kilogramo.
“Yo trabajo allí 15 horas diarias”, cuenta Larry, quien tiene varios meses de ir a Mindoubé. “Ya no voy a la escuela, no tengo opción, gano algunos miles de francos por día”, agrega con la mirada sobre los desechos.
En otro sitio, un niño lanza un tarro de pintura vacío bajo las llantas de un camión para tratar de aplastarlo. El menor, con una camiseta muy grande para su frágil cuerpo, se mantiene a pocos centímetros del paso del vehículo.
“Aléjate, no te acerques tanto”, le grita Grâce Ongo-Mbou, presidenta de la asociación Los Guerreros de lo Social.
“El Estado debe prohibir el trabajo infantil en el vertedero. Aquí puedes encontrar niños de cinco años, hay chicos que mueren bajo los camiones, que son mutilados. No soporto ver a los niños que hurgan en los basureros.”
Gabón, un pequeño país de África central, uno de los mayores productores de petróleo del continente y de los más ricos por habitante, pero según el Banco Mundial un tercio de la población vivía bajo la línea de pobreza en 2017. La situación se agravó por el coronavirus, que golpeó fuertemente la economía.
Enfermedades respiratorias y erupciones cutáneas son los problemas sanitarios que abundan entre los pequeños que se aferran a ganar unas monedas en el deshuesadero tecnológico.
Afp