Los acordes de la impresionante partitura titulada Y después, a partir del poema de García Lorca, escrita por Louis Andriessen, son los mismos de la pieza titulada One More Cup of Coffee, del álbum Desire, de Bob Dylan.
La voz soprano de Astrid Sterre Konijn estremece en una de las mejores versiones asequibles en YouTube. En pantalla, se despliega la orquesta de cámara donde lucen de manera espectacular un bajista y un guitarrista, ambos claramente pertenecientes a alguna banda de rock.
Esa música desgarradora, telúrica, de apenas tres minutos de duración, describe a cabalidad el poderío de uno de los compositores definitivos de los siglos XX y XXI: el maestro Louis Andriessen, quien nació en Ultrecht, Países Bajos, el 6 de junio de 1939, y murió hace unos días, el primero de julio de 2021, en su casa en Weesp.
Con excepción de la excelente nota de la reportera Alondra Flores en La Jornada, la noticia pasó desapercibida para la prensa mexicana.
Andriessen es un gigante del tamaño de Igor Stravinsky, John Cage y Mozart, todos juntos.
Como toda música excéntrica, han intentado reducirlo en las siguientes etiquetas: neoclasicista, minimalista, serialista, jazzista. Si incluyeran roquero, seguiría siendo de risa loca, pero con justa razón, pues Louis Andriessen es un autor iconoclasta, rebelde, incómodo, libertario, original, provocador, todos esos atributos propios de la cultura rock.
Pero ni es neoclásico ni minimalista, mucho menos serialista ni jazzista. Es un gigante.
Recomiendo el fabuloso disco titulado Gigantic Dancing Human Machine, del agrupamiento Bang on a Can All-Stars, de 2011 (disponible en plataformas digitales, entre ellas Spotify), que contiene otras tres partituras que definen una etapa de la creación gigantesca de Andriessen.
La primera de ellas, titulada reveladoramente Workers Union (el tema social es propio de Andriessen), contiene altas dosis de humor musical, ese elemento que escapa a la atención de los escuchas, acostumbrados a la solemnidad. Entre carcajadas y baile, disfrutamos de esa obra y las otras dos, donde está una de las obras clásicas de Andriessen: Hoketus.
Esas partituras han provocado el apresuramiento de aventurados en poner la etiqueta de “minimalista” al compositor holandés, quien una y otra vez negó en vida pertenecer a tal club inexistente y, aunque ya no esté presente, con mucho gusto nos lo vuelve a explicar: el minimalismo fue un periodo muy corto en la historia de la música. La repetición no es su distintivo. No toda música que recurre al hipnotismo repetitivo es minimalista.
Podemos apreciar su célebre partitura, Hoketus, como contrapeso, respuesta, diálogo y espejo lúdico y reverencial del monumento por excelencia del, ese sí, minimalismo: la partitura En Do, de Terry Riley, uno de los fundadores, con La Monte Young, de ese efímero capítulo conocido como minimalismo. A su vez, el propio Terry Riley con mucho gusto ha vuelto a explicar que no es un autor minimalista, si bien lo fue.
Andriessen incursiona en territorios insólitos de la sabrosura musical. Una de mis obras favoritas se llama De Stijl, El estilo, en referencia al movimiento artístico holandés conocido como neoplasticismo, del cual fue figura central el paisano de Andriessen: Piet Mondrian (1872-1944), y también Mondrian es figura central de esa partitura: De Stijl, y por eso está plena de música de baile y ritmos de pura gozadera.
Un gigante bailando: Piet Mondrian. Un gigante bailando: Louis Andriessen. A los 70 años, el pintor Mondrian seguía tomando clases de baile y sobre la pista era espectacular: bailaba erguido, con la cabeza inclinada hacia arriba, y realizaba pasos estilizados con peculiar elegancia.
De Stijl es claro homenaje a Mondrian. El propio autor, Andriessen, anotó: “Es una imagen musical de la composición con rojo, amarillo y azul, de Piet Mondrian, de 1927, pero exclusivamente sobre una base conceptual”.
Cuatro sopranos, cuatro trompetas, un sax: boogie woogie, que tanto le gustaba a Mondrian y llamaba con elegancia “chasse-bande”.
De Stijl es la parte tercera de una de las pasiones de Louis Andriessen: el teatro musical, en específico de la obra en cuatro partes titulada De Materie, que se estrenó en Ámsterdam en 1989, puesta en escena por Bob Wilson, otro gigante que baila.
Mambo, danzón, jazzecito sabroso, twist, la música de baile inunda de sonrisas la producción musical de Louis Andriessen. Su sentido del humor es siempre delicioso.
Fue mancuerna de Peter Greenaway, con quien realizó tres películas: M is for Man, Music, Mozart, de 1991, y crearon un nuevo género, el de las film-óperas: Rosa: The Death of a Composer, de 1993-1994, es una de ellas y su trama es un misterio que envuelve una conspiración para asesinar compositores, algunos de ellos reales, como Anton Webern y John Lennon.
El otro filme que hizo Andriessen con Greenaway se titula Writing to Vermeer, otro de sus pintores paisanos.
Johannes Vermeer van Delft (1632-1675), llamado indistintamente por sus amigos Joannis ver Meer, Joannis van der Meer o Jan ver Meer, es célebre por su bellísimo óleo La joven de la perla y por su carácter jovial y jocoso, atributos que atesora Andriessen, quien en su homenaje a Vermeer echa mano de música barroca pero estira el arco, o bien: la paleta de pintor, hacia la música electrónica e incluye una cita directa de la Danse Sacrale, sección sublime de Le Sacre du Printemps, de Igor Stravinsky, el compositor cuyo modelo continuó Andriessen.
El carácter desmadroso, de bon vivant, de la música de Andriessen, lo conduce en esa partitura hasta el mismísimo Prince, del periodo de los años 90, del New Power Generation.
La música de Louis Andriessen nos puede conducir, como dijimos al inicio, a Bob Dylan, los Beatles, Igor Stravinsky, las grandes bandas de jazz, el mambo, el twist y otros terrenos insólitos, como, asómbrense: Silvestre Revueltas; lógicamente, porque ambos, Andriessen y Revueltas, fueron de los pocos que sí entendieron la música de Igor Stravinsky y convirtieron la orquesta sinfónica, como hizo el compositor ruso, en un gran aparato percusivo.
La música de percusiones es definitiva sabrosura en toda la producción de Louis Andriessen, continuador de Stravinsky, iconoclastas los dos.
Con el musicólogo Elmer Schoenberger, Luis Andriessen escribió el magnífico libro titulado The Apollonian Clockwork, donde desmiente a todos respecto de la verdadera esencia de Igor Stravinsky.
Schoenberger y Andriessen desmienten, por ejemplo, que la obra de Stravinsky se haya desenvuelto en tres periodos: el ruso, el neoclásico y el serialista. En realidad, escriben Schoenberger y Andriessen, la obra de Igor Stravinsky mantiene una unidad colosal y de granito.
Una obra gigantesca, colosal y de granito, una unidad magnífica. Eso sí corresponde a la definición que se requiera para la obra de Louis Andriessen, cuyos elementos de trascendencia parecen interminables.
Por ejemplo, su compromiso social, su amor por la pintura, la literatura, el baile.
En 1973 compuso Il Duce y luego Il Principe, para completar una trilogía política con De Staat: el maniático Mussolini, el Príncipe de Maquiavelo y La República de Platón.
Música de Indonesia, el cool temprano, el bop, estallan en esa partitura.
Así como hacen erupción referentes intensos en el proyecto fascinante con Peter Greenaway: M is for Man, Music, Mozart, para celebrar, en 1991 el bicentenario de Mozart. Esta obra de media hora se puede disfrutar en YouTube luego de un protocolo de identificación por restricciones de contenido (los actores-bailarines están desnudos durante toda la obra), con toda la exuberancia barroca, delirante, un compendio del cine de Greenaway, otro gigante que danza.
Con su condición irreverente, iconoclasta, rebelde, excéntrico a lo Satie, divertidísimo siempre, Louis Andriessen solía asustar a los pacatos llamando “aterrorizante orquesta sinfónica del siglo XXI” a sus instrumentaciones que incluían prácticamente a una banda de rock, otra de jazz y mucha música bailable y hartas sonrisas y encantos mil.
Escuchemos, apreciemos, bailemos, disfrutemos la música increíble de Louis Andriessen, un gigante que baila.