Con timidez, María descubre su brazo izquierdo frente a la enfermera que la vacunará. Tiene tatuada una Santa Muerte.
“Con su permiso, tendré que inyectarle en un ojo de la calavera”, dice la enfermera algo apenada, como si temiera hacerle daño a la imagen. “Adelante”, responde María, “un piquetito para estar más protegida, pues a mí me cuida ella (la Santa Muerte), pero no hay que jugarle al vivo, por eso también me pongo la vacuna”.
En los centros de vacunación de la Ciudad de México, cuando comienzan a llegar los grupos de personas de 40 a 49 años, muchos de ellos lucen tatuajes en sus brazos. En la alcaldía Álvaro Obregón, en pocos minutos, bien puede armarse un catálogo con los modelos que aparecen: por aquí un guerrero azteca, por allá una serpiente o un dragón. (Una muestra de ello se puede apreciar en el reportaje fotográfico de Luis Castillo que se presenta en estás páginas).
“Joven, le voy picar entre las plumas de su águila; es del América, ¿verdad?”, pregunta la enfermera mientras desinfecta el área donde pondrá la vacuna, con suavidad, pues le preocupa que el alcohol despinte el dibujo.
“Mi tatuaje me recuerda que sin pasión nada se puede lograr, por eso me puse la imagen de mi equipo favorito de futbol, para tener siempre presente que hay que dar la batalla, como la que están dando ustedes contra el Covid-19”, responde el joven cuarentón.
La enfermera agradece la respuesta y mira atenta para preguntar a otro tatuado por el significado del pez koi que luce en su brazo izquierdo: “Representa el amor y ahora que tendré la vacuna entre sus escamas me hará sentir que se puede vencer cualquier adversidad, si entre todos nos cuidamos”, contesta el vacunado.
Así desfilaron aquella tarde ante las jeringas de los voluntarios que ponen las vacunas contra el coronavirus el Che Guevara y la frase revolucionaria que les comparte el portador de ese tatuaje: “Podrán morir las personas, pero jamás su ideales. Gracias, muchachos, con esta vacuna están salvando muchas vidas”.
También llega quien tiene el escudo puma de la Universidad Nacional Autónoma de México, que asegura: “Poco a poco saldremos de esta pinche pandemia que nos ha quitado seres queridos”.
Más allá está un señor con el tradicional logo de la marca Hecho en México; “¿por qué? Porque los mexicanos somos chingones y vamos a salir adelante de esta pandemia”, explica.
Los tatuajes ya no son considerado un estigma social ni señal de que quien los porta es un malviviente, “esa idea es caduca, ha desaparecido”, afirma Miguel Ángel, conocido en el gremio de tatuadores como Disturbio Caníbal, artista autodidacta residente en Iztapalapa que no dejó de trabajar durante los meses de confinamiento por pandemia de Covid-19.
En entrevista con La Jornada cuenta que en 2020 fue buscado por muchos clientes que decían: “‘Si el coronavirus nos llevará al fin del mundo, no me puedo quedar con las ganas de hacerme un tatuaje’; así de curioso fue el rollo, y pedían de todo, desde los clásicos y arquetípicos hasta conceptuales”.
El experto tatuador explica que los primerizos piden tatuarse imágenes que confrontan a la autoridad, y, por supuesto, no faltan los enamorados que confían en la eternidad de sus sentimientos y piden estampar en su piel el nombre del ser amado, “aunque al mes siguiente regresen para borrarlo, y conste que siempre pregunto: ‘¿estás seguro?’”.
Un tatuaje refleja los ideales, el sentir y hasta la forma de vivir de quien lo porta. “Para muchos es un símbolo de algo que acaban de explorar o que les removió su espiritualidad.
En general, no hay una sola respuesta a por qué las personas quieren llevar un tatuaje; hay desde los que no saben qué hacer con su quincena o siguen una moda, hasta los que tienen la firme idea de que quieren tener algo peculiar, así sea la misma imagen que traen quién sabe cuántas miles de personas más.
“Todo mundo piensa que su tatuaje es único, sobre todo cuando no tienen mucha experiencia, y se dan cuenta hasta que lo traen puesto o hasta que están formados en la fila de la vacuna; regresan y me dicen: ‘Me copiaron mi tatuaje, vi a un bato con la misma imagen’, y sólo les respondo: ‘Te dije, carnal, esa imagen ya la traen quién sabe cuántas personas, igualita y en la misma parte del cuerpo’.
“Viejos, jóvenes, los tatuajes hoy día son para todos. Hasta a políticos he tatuado; eso sí, en lugares discretos y con imágenes nada transgresoras ni cuestiones torcidas”, concluye Disturbio Caníbal, cuyo trabajo se puede ver en su cuenta de Instagram: @distubiocanibal.