Rabioso, el bicho se niega a claudicar, y cada que, aquí y allá, se festeja que la pandemia pierde fuerza, que el número de contagios retrocede y que el semáforo pasa de amarillo a verde, el virus deja en claro que no será tan fácil deshacerse de él. De ahí el más reciente “exhorto” de la Organización Mundial de la Salud: extrema precaución en los países que levanten restricciones sanitarias, porque traerá consecuencias; la transmisión aumentará, independientemente de las altas tasas de vacunación, al llegar a más de 4 millones de muertos; el planeta está en un punto peligroso por el impulso de nuevas variantes más contagiosas.
Algunos sectores de la población toman a chunga esas advertencias y actúan como si nada pasara, pero la realidad es contundente. Por ello, hay que ponderar el desolador balance de la Cepal, organismo que ayer divulgó su más reciente análisis y sus implicaciones económicas para la región ( La paradoja de la recuperación en América Latina y el Caribe; crecimiento con persistentes problemas estructurales: desigualdad, pobreza, poca inversión y baja productividad), del que se toman los siguientes pasajes.
Al 28 de junio de 2021, más de un millón 260 mil personas habían muerto por Covid-19 en los países de América Latina y el Caribe, en lo que constituye la mayor crisis sanitaria de la historia reciente de la región. Esta cifra equivale a 32 por ciento del total mundial de fallecimientos, una proporción casi cuatro veces mayor con relación a la población mundial (8.4 por ciento).
El acceso desigual a las vacunas y a los servicios de salud (tanto de los países como de los grupos sociales) y la aparición de nuevas variantes del virus aumentan la incertidumbre sobre la evolución de la pandemia y la consiguiente apertura y recuperación de las economías. Se han alcanzado resultados científicos y tecnológicos inéditos con el desarrollo de múltiples vacunas, pero existen marcadas diferencias entre naciones (tasas de inmunización y gran concentración de la adquisición de biológicos en los más desarrollados). La situación es extremadamente desigual en Latinoamérica.
En un contexto global en el que se perdieron más de 140 millones de empleos, la riqueza mundial aumentó 7.4 por ciento en 2020 debido al crecimiento de los mercados bursátiles, la apreciación del sector inmobiliario, las bajas tasas de interés y los ahorros imprevistos como consecuencia del confinamiento; uno por ciento de la población concentró cerca de 50 por ciento de la riqueza mundial.
En América Latina y el Caribe se agudizaron las asimetrías económicas, sociales y ambientales, y la pandemia llevó a que la economía regional experimentara la mayor contracción del producto interno bruto desde 1900 (6.8 por ciento) y registrara el peor desempeño entre las regiones en desarrollo. Antes de la crisis, la región estaba prácticamente estancada. El crecimiento promedio fue de sólo 0.3 por ciento y negativo el resultado por habitante en 2014-2019, uno de los periodos con menor crecimiento, solamente comparable con los que incluyen la Primera Guerra Mundial o la Gran Depresión.
Lo anterior, unido a la contracción de 2020 y a la debilidad del Estado de bienestar y los sistemas de salud y protección social, se tradujeron en aumentos sin precedentes del desempleo, caídas de los ingresos e incrementos de la pobreza y la desigualdad que exacerbaron los problemas estructurales. La contracción de 2020 también dio lugar a gran número de cierres de microempresas y pequeñas y medianas empresas.
Nada permite anticipar que la dinámica de bajo crecimiento previa a la crisis vaya a cambiar. Se agudizaron los problemas estructurales que limitaban el crecimiento regional antes de la pandemia y repercutirán negativamente en la recuperación de la actividad económica y los mercados laborales más allá del repunte del crecimiento de 2021 y 2022. En términos de ingresos per cápita, la región continúa en una trayectoria que conduce a una década perdida.
Las rebanadas del pastel
El poderoso cuan intocado clan alemanista está en la picota: un juez federal libró orden de aprehensión en contra del nieto del ex presidente Miguel Alemán, por no enterar al fisco más de 66 millones de pesos de impuestos retenidos por concepto de salarios. Pero sólo es la punta del iceberg, porque la deuda fiscal de la aerolínea Interjet, propiedad de esa familia, se aproximaría a 4 mil 700 millones de pesos.