Simone Biles está muy atenta a toda la presión que la rodea. No se esconde ante la misma, más bien le abre las puertas. Nada más hay que fijarse en las lentejuelas con la imagen de una cabra que ocasionalmente ha lucido en sus leotardos de competencia.
El símbolo –una manera simpática de referirse al acrónimo de “la más grande” en inglés– alude a su condición de la gimnasta más talentosa del planeta y las enormes expectativas que se esperan de ella.
Se trata de un delicado equilibrio, uno que captará la atención global cuando la estadunidense de 24 años salga a escena en Tokio. Lo único que tiene que hacer es superar su sublime actuación en Río de Janeiro, donde ganó cin-co medallas (cuatro de oro) y entró al recinto de realezas olímpicas, donde están Michael Phelps, Usain Bolt y Nadia Comaneci.
Es una losa tremenda. Pero lo que se espera de ella palidece al compararse con lo que Biles se exige. Es lo que explica el por qué se puso a llorar en el torneo clasificatorio de Estados Unidos, cuando una mala noche en las finales le dejó frustrada y furiosa. “Cualquier cosa que no sea mi mejor forma me saca de quicio”, asestó Biles.
Esa motivación por la excelencia es lo que la llevó de vuelta al gimnasio tras tomarse un año de descanso luego de su notable actuación en Brasil. Sus nuevos entrenadores, Laurent y Cecille Landi, le ayudaron a elaborar un plan de trabajo que no se limitó a recuperar las habilidades que le permitieron ser la mujer del mundo, sino consolidarse.
Ha incorporado una serie de audaces elementos a su rutina, el más reciente es el Yurchenko, un salto doble mortal, y que previamente sólo había sido ejecutado por hombres en competiciones internacionales, podría ser el próximo que lleve su nombre en el Código de Puntos si logra completarlo en Japón.
“Cuando alguien compite en busca de la perfección y mostrando sus habilidades, ello anima a otros atletas a entender que es posible y que ellos también pueden hacerlo”, resalta. “Siento que hemos llegado a un punto en el que la gimnasia es cada vez más difícil y un poco más peligrosa. Estamos andando en un territorio aventurado, pero es excitante ser testigo de ello”.
La gimnasia lleva cinco años tratando de responder a una serie de escándalos sexuales en la élite en todo el mundo.
La agresión que involucró al ex doctor del equipo de Estados Unidos Larry Nassar –quien abusó sexualmente de atletas (Biles entre ellas) bajo la apariencia de dar tratamiento médico– provocó una evaluación de las estructuras del deporte.
Las estadunidenses son ampliamente favoritas para llevarse su tercer título olímpico seguido, mientras en varones Rusia, China y el anfitrión Japón competirán por subir a lo más alto del podio.
Los Juegos marcarán el adiós para un par de leyendas. El bicampeón olímpico japonés Kohei Uchimura buscará retirarse a lo grande en su propio país. Y Oksana Chusovitina, uzbeca de 46 años, competirá en sus octavos Juegos, una cifra récord.