Kabul. Los impactantes autorretratos de la fotógrafa Rada Akbar recuerdan a los de la artista mexicana Frida Kahlo por su colorido y opulencia, y son la declaración de su independencia y una reivindicación del patrimonio afgano. Pero todo eso entraña actualmente un gran peligro.
Jueces, estudiantes, periodistas, activistas y, sobre todo muchas mujeres, figuran en la lista de más de 180 personas asesinadas desde septiembre en Afganistán, según cifras oficiales. Todas eran personas que se parecían mucho a Rada Akbar.
Una corona, un vestido pashtún con bordados en la parte delantera o una túnica hecha por ella misma acompañada de un imponente collar de plata labrada usado por las tribus nómadas del país.
Estos atuendos son la manera en que esta pintora y fotógrafa de 33 años honra a reinas, poetas y otras mujeres poderosas de Afganistán e intenta rectificar la versión occidental de la historia del país, donde las afganas siempre son vistas como víctimas.
“La historia de las mujeres afganas no comenzó después de 2001”, cuando una invasión estadunidense depuso a los talibanes. “Tenemos un pasado abundante y diverso en el que las mujeres participaron también como soberanas y como luchadoras”, recalca.
Como ejemplo, cita a la reina Goharshad, mujer de gran poder que en el siglo XV contribuyó a cambiar la capital de Samarcanda a Herat, en el oeste de Afganistán.
“Condenarnos al silencio”
Rada Akbar organizó durante varios años exposiciones con motivo del Día Internacional de la Mujer en los antiguos palacios imperiales de Kabul. El año pasado usó maniquíes para retratar a figuras de excepción, como una cineasta, una futbolista y a Rojshana, quien murió lapidada por los talibanes por escapar de un matrimonio forzado.
Ese año, su exposición tuvo que ser virtual, en la página web del museo en Internet creado por la artista y llamado Abarzanan (Supermujer, en lengua farsí), debido a las amenazas que recibió.
Frente a una sala vacía, Rada Akbar recitó los nombres de numerosas víctimas.
En vísperas de la retirada total de las tropas estadunidenses y de otros países extranjeros de Afganistán, los talibanes comienzan a marcar terreno, considera esta artista. “Su objetivo no es sólo matarnos, sino condenar a todo el mundo al silencio. Su mensaje es claro: ‘si siguen por ese camino, los mataremos’”.
Como la mayoría de sus amigas, ella también abandonó ciertas rutinas y restringió sus viajes por el país. Pese a todo, sigue viviendo sola en su apartamento, algo poco frecuente para una mujer soltera en un país como Afganistán. Para ello ha contado siempre con el apoyo de su familia: su padre, escritor, y su madre, profesora, que siempre estimularon la independencia de sus cinco hijas.
“Era algo común en la generación de mis padres. Antaño, la sociedad no era tan conservadora y las mujeres tenían un papel más importante en la sociedad, el arte... Tenían más libertades”, explica.
Todo cambió con la llegada de los muyahidines, que primero, en los años 80, lucharon contra los soviéticos en nombre del islam antes de desgarrarse internamente dependiendo de sus intereses y los de sus padrinos, entre ellos Estados Unidos. “Miren ahora a las afganas: mujeres en burka constantemente violentadas”, lamenta.
“Colonización”
Y tras 20 años de presencia estadunidense en el país “ser moderno es hablar inglés y vestirse a la manera occidental. Es un ataque contra nuestra cultura. Es una forma de colonización”, denuncia.
Pero lo que llena especialmente de rabia a esta artista son las torpes preguntas de diplomáticos y periodistas extranjeros, sobre si se siente “verdaderamente representativa de las mujeres afganas. Es una falta de respeto, un insulto. Como si mis valores, mi estilo de vida, no fueran adecuados y no pertenecieran a este país”, critica.
Desde el acuerdo firmado en febrero de 2020 entre los talibanes y Estados Unidos, que garantiza la retirada total de las tropas extranjeras (fijada el 11 de septiembre), la artista y sus amigos, la mayoría mujeres, se sienten traicionados.
“No hay ninguna garantía de que los derechos que hemos conquistado se preserven. Este acuerdo es una traición que legitima a los talibanes”, estima.
Ante el panorama actual, Rada Akbar admite su desolación y su miedo, que afectan a la concentración y la creatividad que necesita en su trabajo.
“He nacido y crecido en la guerra. Desde que soy una niña peleo por mis derechos, tal como mis padres nos enseñaron”, dice.
“Pero hoy es difícil mantener la esperanza. Cada día puede ser el último. No lo digo sólo yo, todos sentimos lo mismo. ¿Qué va a pasar mañana? ¿Estaré viva mañana?”, se pregunta.