El 20 de junio pasado en Nueva Palestina, Chiapas, ocurrió un acontecimiento histórico para los habitantes de la selva Lacandona: un acto protocolario con entidades del gobierno federal que permite continuar la resolución de un conflicto de 50 años de duración, muy bien sintetizado por Ana de Ita en su última columna shorturl.at/zHNWZ. La historicidad del evento obedece a varios motivos. Primero, constituye una conquista de los bienes comunales y los ejidos colindantes que durante los últimos 14 años negociaron entre sí 50 acuerdos agrarios para dar certeza jurídica a los territorios ejidales y recuperar alrededor de 15 mil hectáreas para la reserva de Montes Azules. En estos acuerdos además quedó establecida la voluntad de las comunidades de evitar incendios, cacería y tala ilegal. Segundo, abre una nueva era de hermandad para pueblos originarios históricamente confrontados en un conflicto creado por gobiernos desde 1971 (al respecto, el discurso del comisariado de Amador Hernández en el evento representa un verdadero hito shorturl.at/fjzT8). Y tercero, el inicio de la solución del problema agrario da pie a una nueva pregunta para las comunidades de la selva Lacandona: ¿territorio para qué?
Precisamente ese es el cuestionamiento que los Bienes Comunales de la Zona Lacandona (BCZL) vienen respondiendo durante el periodo de representación de Chankin Kinbor Chambor, y que da cumplimiento a un mandato de la asamblea general de comuneros de diciembre de 2019, en la que decidieron impulsar la Comunidad Lacandona como una región biocultural y elaborar un Plan de Vida como herramienta de gobierno comunitario. Se trata, ni más ni menos, de un ejercicio autónomo que se ejecutará en un territorio que representa 50 por ciento del municipio de Ocosingo y 28 por ciento del total de la selva Lacandona: una extensión mayor a la de todo el estado de Morelos.
El Plan de Vida surgió como una propuesta comunitaria contra los “planes de manejo” impuestos por la Conanp (y en general frente a las políticas de las áreas naturales protegidas), y como respuesta a la campaña difamatoria iniciada en 2019, cuando medios de comunicación difundieron ante la opinión pública que los pueblos choles y tzeltales son los destructores de la selva.
El Plan de Vida fue definido por las autoridades de los BCZL como “un instrumento de política social, ambiental, cultural y económica de los pueblos originarios de la Comunidad Lacandona para la coexistencia de todos los seres de nuestro territorio”. El documento será una herramienta comunitaria para la restauración biocultural de la selva, que incluirá la agroecología, la regeneración de saberes ancestrales de salud, la creación de economías solidarias en compatibilidad con la madre Tierra, la actualización del estatuto comunitario, la puesta en marcha de actividades artísticas, entre muchas otras actividades.
Lo más interesante hasta el momento ha sido el proceso participativo para su elaboración. En un primer ejercicio de presentación de los lineamientos generales del Plan de Vida se convocaron asambleas generales con una anuencia de más de mil 600 personas en Nueva Palestina y Frontera Corozal. Una vez aprobado por consenso una metodología de trabajo que incluía la consulta a mujeres, hombres, niños y niñas, jóvenes, y abuelos de los 23 barrios, empezó un operativo de talleres en el que grupos comisionados por la asamblea (principalmente jóvenes profesionistas de las subcomunidades) recogieron, agruparon y sistematizaron las ideas y propuestas de al menos 700 personas.
Este proceso ampliamente participativo, que nunca se realizó para la elaboración de los “planes de manejo”, no fue fomentado por ningún nivel del Estado, ni por el sector ambiental, ni por organizaciones civiles; es un empeño autónomo diseñado y ejecutado por la misma comunidad. Lo que sigue es la devolución del borrador a los barrios y a los órganos de representación, para su revisión, retroalimentación y aprobación final.
Además de la realización de las consultas, se han organizado círculos de la palabra para recobrar la voz de los abuelos, y está programado un festival cultural del Nuevo Amanecer de los Pueblos de la Selva Lacandona en agosto. El objetivo es que el Plan de Vida esté listo al mismo tiempo que se termine la medición poligonal y la formalización de los acuerdos agrarios, de modo que pueda presentarse en la conmemoración del 50 aniversario de la resolución presidencial en noviembre de 2021.
La selva Lacandona es hoy el lugar donde se propone un nuevo modelo de autogestión comunitaria que supere aquel modelo conservacionista neoliberal en el que los pueblos deben mantenerse al margen de las reservas como si fueran vitrinas o museos para turistas. De manera diferente, los BCZL recuperan su historia milenaria y su memoria ancestral para inventar su futuro y crear modos de habitar en compatibilidad con la selva.
* Profesor en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur)