Quizá resulte algo necio hacer el festival en estas circunstancias, cuando el Covid-19 está lejos de ser derrotado y la variante delta está haciendo estragos en buena parte del mundo. Si de por sí era complicado cubrir las diversas secciones de Cannes, ahora va a ser como recorrer una pista de obstáculos. Además de todos los filtros que se han implementado en las fronteras para que no entre a Francia un extranjero infectado, el certamen también ha tomado medidas draconianas para evitar el contagio.
Para empezar, hay que hacerse el examen de Covid cada 48 horas para poder entrar al Palais y sus diversas salas cinematográficas. En teoría, la prueba es con la saliva y no debe llevar mucho tiempo (uno hace la cita por Internet para evitar multitudes), pero va a ser una monserga. Además, se debe usar el cubrebocas todo el tiempo que uno esté en interiores (y uno que es paranoico lo va a usar hasta en la calle).
Además, este año existe una nueva modalidad para complicarnos la vida. Todos los acreditados debemos solicitar boletos para entrar a las funciones de todas las secciones, oficiales o no. Antes bastaba con mostrar nuestro pase de prensa. Pues ya no. Esto es absurdo tratándose de las funciones de prensa. ¿No se supone que son exclusivas para nosotros?
En fin, el caso es que el programa de la sección oficial –competencia, Una cierta mirada, una nueva sección llamada Premieres y las funciones especiales– parece, a primera vista, muy atractivo. Hay nombres de cineastas que, por los antecedentes de su obra previa, casi son garantía de interés. En ese caso están las nuevas películas del estadunidense Wes Anderson, el francés Jacques Audiard, su compatriota Bruno Dumont, la húngara Ildiko Enyedi, el iraní Asghar Farjadi, la francesa Mia Hansen-Love, el australiano Justin Kurzel, el israelí Nadav Lapid, el italiano Nanni Moretti, el noruego Joachim Trier, el holandés Paul Verhoeven y el tailandés Apichatpong Weerasethakul, entre otros.
Además, en la sección de las Premieres se han incluido las nuevas realizaciones de la británica Andrea Arnold, el italiano Marco Bellocchio (a quien se le rinde homenaje), el francés Arnaud Desplechin, el estadunidense Todd Haynes, el sudcoreano Hong Sang-Soo y algunos otros que, en circunstancias normales deberían estar en la competencia. En los siguientes días ya veremos si fueron excluidas por la razón de siempre: no resultaron muy buenas.
La participación mexicana ha sido reducida a las coproducciones. Por ejemplo, la compañía Piano participó en la película inaugural, Annette, del francés Leos Carax, así como las concursantes de Hansen-Love y Weerasethakul. Mientras, en Una cierta mirada se exhibirá Noche de fuego, primer trabajo de ficción de la salvadoreña-mexicana Tatiana Huezo. Allí mismo participa La civil, de la rumana Teodora Ana Mihai, que fue coproducida por la compañía Teorema, del mexicano Michel Franco. Para ver otras escasas muestras de cine iberoamericano habrá que asomarse a las secciones paralelas.
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