Lo sucedido el jueves pasado en el Auditorio Nacional, cuando una buena parte de la militancia de Morena se reunió para festejar el triunfo de hace tres años, no fue, por más que se quiera, un acto espontáneo impulsado por algunas conciencias atribuladas, más bien se trató de un golpe bajo ejecutado por uno de los más altos mandos del partido que nos recuerda, como si estuviéramos mirando una foto, la debacle en el PRD.
Esto que señalamos no es, tampoco, producto de la imaginación ni del análisis, es, más bien, lo que se comenta entre la militancia que sí sabe lo que se tragó aquella noche y, por más que se quiera, resulta escandaloso.
Para un buen grupo de esos militantes, el griterío en contra del presidente del partido, Mario Delgado, tuvo dos focos perfectamente identificados: uno, el más alejado del foro principal, era el de la tribu que comanda la secretaria general del partido, Citlali Hernández.
El dato se ofrece con mucha seguridad porque afirman que la funcionaria pidió, y se le dieron, 50 boletos para otros tantos lugares desde los cuales se lanzaron insultos y condenas a Delgado. Fue incluso, nos comentan, como una provocación para boicotear el evento. Ahí se concentraron militantes de la alcaldía Cuauhtémoc.
Los guerreros de la segunda tribu, pertenecientes a la misma corriente de Citlali, llegaron desde Veracruz y los comandaba, sin que se hiciera notorio, el gobernador Cuitláhuac García. A él se le dieron 150 boletos. El grupo también era fácilmente identificable y también estaba unido a los gritos con la tribu de la Ciudad de México.
No había posibilidades de confusión. Los paquetes de boletos dividían por grupos a los asistentes al evento, eso lo saben todos, y debe tenerlo en claro el propio Mario Delgado, quien tampoco debe estar cierto del lado que masca esa iguana.
Y por si fuera poco, el supuesto gran aliado de Delgado, Ricardo Monreal, para quien se había destinado un paquete de boletos para los senadores de Morena, no asistió y tampoco puso en manos de los legisladores las entradas al evento.
No obstante, el acto fue un éxito, dicen muchos de los que asistieron, porque pese a todo el ambiente de camaradería fue más allá de las intenciones de frustrarlo, de instalar en Morena el virus de la perredización, el principio de su agonía PRD.
El buen augurio, se dice, es que Mario Delgado ya no pretende seguir al frente de Morena. Para Delgado, la misión está cumplida. Morena ganó y el partido en casi toda la República está cohesionado, por lo que considera, según quienes lo han escuchado, que es el momento de iniciar nuevas tareas dentro de la 4T.
Si así fuera, el episodio de la rebatiña por la posición en Morena seguramente teñirá de mentiras y grillas baratas el campo de batalla donde por fin, el mal de males, las tribus, habrán triunfado. Se acabó el encanto.
De pasadita
Por cierto, aunque de buena fuente nos habían asegurado que el encargado de Morena en la CDMX, Héctor Ulises García, ya no seguía al frente de los aguerridos militantes de la Ciudad de México, lo cierto es que permanece en el cargo.
Tal vez eso sea producto de algunas pesquisas que se han levantado para saber con certeza qué ha pasado con algunos fondos del partido, principalmente aquellos que se derivaban de la nómina.
Total, el asunto con el personaje no parece haber terminado y el problema se agrava cuando nos aseguran que hacia su figura –la de Héctor Ulises– hay una total falta de respeto, y prueba de ello es que ninguna de las tareas del partido está ahora en sus manos, pero lo más peligroso es que además Morena en la ciudad está al garete. Cuidado.
Al principio del mes que viene se habrá de votar por enjuiciar o no a los ex presidentes, y seguramente usted ya tiene su propio juicio. ¿A cuál de ellos declararía usted inocente?