En junio de 2020, Lyon, la tercera ciudad de Francia, se convirtió en una de las principales metrópolis gobernadas por los ecologistas en Europa. Con proyectos como bosques urbanos, comedores escolares ecológicos y ciclovías, los verdes tenían grandes ambiciones que no son fáciles de concretar.
Un año después, esta ciudad de unos 520 mil habitantes, puerta de entrada al sur de Francia y al este de Europa, ha experimentando algunos cambios.
Los primeros pasos y declaraciones de los verdes causaron controversia, como cuando el alcalde Grégory Doucet calificó al sacrosanto Tour de Francia de “machista y contaminante”.
También fue rechazado por muchos franceses el anuncio de que se eliminaría la carne de los menús escolares por razones de salud. La medida causó la ira de la oposición, de los ganaderos y abrió incluso una controversia dentro del gobierno. Unas semanas después se reintrodujo.
No obstante, se han puesto en marcha muchos proyectos, como la creación de bosques urbanos, y se ha declarado el “estado de emergencia climática”, tras lo cual se dedicará un tercio de las inversiones de aquí a 2026 a la transición ecológica.
“Devolver la calma a las calles” es el leitmotiv de los ecologistas de Lyon. Para decirlo claramente: menos coches y más peatones, bicicletas y transporte público. El objetivo es aumentar el número de carriles de bicis de mil a 2 mil kilómetros durante la legislatura en los 59 municipios. Gracias a la crisis sanitaria se han construido ya 33 kilómetros de instalaciones ciclistas permanentes, es decir, 10 por ciento más de carriles en menos de un año.
Sin embargo, los defensores de la bicicleta no están totalmente satisfechos. “Después de un año seguimos en reuniones de consulta sobre la implantación de las vías”, se queja Frédérique Bienvenue, copresidenta de la asociación La Ville à Vélo. “Es un proceso largo”, responde un vicepresidente de la metrópolis, Fabien Bagnon.
Al igual que en Nueva York o La Paz, para reducir la proporción de vehículos privados, los verdes de Lyon apuestan por un teleférico urbano que una el oeste con el sur de la ciudad de aquí a finales de 2025.
Los opositores temen el sobrevuelo de barrios residenciales y de edificios históricos, la contaminación visual y acústica, las expropiaciones y el costo: no menos de 160 millones de euros (190 millones de dólares).
Michel Le Faou, quien supervisó la política urbanística del equipo anterior, esperaba “algo mucho más impactante”. Para él, los ecologistas “se contentaron con maquillar de verde el proyecto existente”.
Afp