Es alarmante el incremento de la violencia contra la tribu yaqui. Tan sólo en el mes de junio fue asesinado Tomás Rojo, desaparecida Lorena Valenzuela (aunque después fue localizada), y asesinado también el defensor del agua Luis Urbano Domínguez, todos participantes de la Caravana Nacional por el Agua, la Vida, el Trabajo y el Territorio, en 2015.
Académicos del Seminario Universitario de Sociedad y Medio Ambiente denunciaron la campaña de agresión contra la tribu emprendida por “caciques estatales y locales acaparadores del agua aliados con el crimen organizado”, y demandaron el cese de la violencia, y en igual sentido se pronunció la Oficina en México del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH); mientras el yaqui Mario Luna, de Vícam, aseguró que “han desaparecido a decenas de jóvenes, crece la criminalización a los defensores del territorio y el agua, la violencia se ha desbordado y se vive un recrudecimiento de la represión”.
La violencia contra las comunidades indígenas de Sonora no es nueva, y el injusto encarcelamiento del yaqui Fidencio Aldama es prueba de ello. En abril de 2016 la comunidad Loma de Bácum interpuso un amparo contra la construcción de un gasoducto que atravesaría 90 kilómetros de la región. Las presiones entonces vinieron en cascada: amenazas, divisiones internas y agresiones de distinta índole contra toda la tribu.
Con las amenazas y la compra de voluntades, siete de los ocho pueblos que conforman la tribu avalaron el proyecto, menos Loma de Bácum, por lo que la obra tuvo que ser suspendida, aunque el triunfo les trajo múltiples agresiones. El 21 de octubre de 2016 personas armadas provocaron un zafarrancho en el que una bala acabó con la vida de una persona. Y de esa muerte se culpó al defensor Fidencio Aldama, quien desde entonces permanece en la cárcel, declarado culpable sin testigos, sin pruebas periciales, sin nada.
Por eso, del 20 al 26 de junio el Grupo de Apoyo por la Libertad de Fidencio realizó una campaña de recolección de cartas para entregarle a quien a pesar de las adversidades no deja de tocar la guitarra tras las rejas, mientras su hijo protagoniza en su comunidad la Danza del Venado.