Tomo prestado el título de la novela escrita por el gran literato ruso Fedor Dostoyevsky para referirme a los crímenes cometidos por cinco delincuentes que hemos venido sufriendo durante las tres últimas décadas, cuando cada uno de ellos robó al país enormes cantidades de dinero e incluso algunos, se cree, mandaron asesinar o fueron cómplices de asesinatos, todo con impunidad. Hoy seguramente deberán enfrentar la justicia una vez que la voluntad del pueblo sea confirmada por la consulta que habrá de realizarse en las próximas semanas.
El primero de estos fascinerosos responde al nombre de Carlos Salinas de Gortari, cuya historia delincuencial incluye el haberse robado nada más y nada menos que la Presidencia misma de la República, para una vez sentado en la silla presidencial dedicarse al tráfico de influencias junto con su hermano Raúl para amasar una fortuna y establecer nexos con algunos cárteles de la droga que le rindieron enormes “utilidades”. De la misma manera fue encubridor de los criminales que ordenaron la muerte del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio y de quienes victimaron al cardenal Posadas, asesinado en Guadalajara en 1993. De todo ello se informó al país por la prensa de aquellos días, particularmente por la revista Proceso. Sus robos a los recursos de la nación mediante maniobras financieras que le permitieron llegar a ser uno de los hombres más ricos del país dieron lugar a que se le conociera como uno de los presidentes más nefastos del siglo XX.
El segundo probable delincuente es conocido como Ernesto Zedillo Ponce de León, presidente entre 1994 y 2000 gracias a las maniobras de su predecesor para abrirle el camino a la Presidencia, durante la cual cometió el crimen de castigar al pueblo de México al injusto pago de la deuda llamada Fobaproa, adquirida por los banqueros –de por sí inmensamente ricos– algunos de los cuales se confabularon con él para incrementar el monto del adeudo como un nuevo negocio y que los mexicanos seguimos pagando. Además, este personaje hizo un gran negocio al vender los ferrocarriles nacionales a una empresa extranjera a cambio de un alto puesto directivo en la misma. Si bien no se le conoce por haber estado involucrado en crimen alguno, su gobierno no realizó ninguna investigación, que se haya sabido, para determinar quiénes fueron los asesinos intelectuales de Luis Donaldo Colosio, razón por la cual se podría afirmar que él fue también un cómplice de dicho crimen.
El tercer personaje, de nombre Vicente Fox Quesada, ocupó la Presidencia de 2000 a 2006, gracias a una campaña mediática que ofrecía un “cambio sustancial” en la política mexicana, lo cual constituyó un engaño. Su régimen se caracterizó por su permisividad para que altos funcionarios, tanto del gobierno federal como de los gobiernos estatales, así como su propia esposa, robaran de manera desmedida los recursos públicos, generando con ello enormes deudas, que deben ser pagadas por todos los mexicanos. También se le recuerda por su escaso nivel de responsabilidad, manifestada por él mismo con su famosa frase “¿y yo por qué?”, cuando fue interrogado sobre desmanes cometidos por sus subalternos. En contraste, se le recuerda también por su decidida participación en las elecciones presidenciales de 2006 – confesada por él mismo–, con el fin de imponer de manera fraudulenta a su sucesor. Esto lo hace responsable del fraude electoral cometido en 2006.
El cuarto personaje, Felipe Calderón Hinojosa, al igual que Salinas, llegó a la Presidencia mediante un fraude electoral cometido con la complicidad del presidente del Instituto Federal Electoral, convirtiéndose en el más peligroso y lamentable miembro de este grupo, a quien se le recuerda principalmente como responsable de la supuesta guerra contra los cárteles del narcotráfico que costó la vida de más de 150 mil mexicanos, a partir de su aceptación para que empresas estadunidenses fabricantes de armas personales de amplio poder entregaran armamento a algunas de las agrupaciones delictivas más violentas que operaban en nuestro país. Altos funcionarios de su gobierno mantenían relaciones secretas que los vinculaban con esas agrupaciones criminales, tal como quedó demostrado con la captura y juicio de su principal colaborador, Genaro García Luna, en Estados Unidos. Esto seguramente da lugar a que este personaje sea culpable del delito de traición a la patria. Además, Calderón facilitó que su sucesor llegara al poder mediante una nueva operación fraudulenta y denigrante de compra millonaria de votos, conformando así un ilícito adicional de asociación delictiva.
El último de este conjunto de delincuentes es Enrique Peña Nieto, conocido como el hombre que no entendía que no entendia, quien llegó a la Presidencia ayuno de conocimientos y capacidad para gobernar y de lo único que fue capaz fue de robar y permitir que muchos otros funcionarios y empresarios saquearan al país, endeudándolo de manera irresponsable. Adicionalmente, su participación en los crímenes de Tlatlaya e Iguala, en donde fueron desaparecidos 43 estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa, lo convirtieron en cómplice de ese magnicidio.
¿Cuál es el castigo que se debe imponer a estos ex presidentes que faltaron a su compromiso de guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen? Serán los miembros de la Suprema Corte de Justicia quienes lo decidan, considerando que tales castigos deben impedir que estas conductas vergonzosas vuelvan a cometerse. Por ello es importante que todos participemos en la consulta, en la que se decidirá el enjuiciamiento de estos personajes.
* Director del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa.