El reciente incidente de un buque de guerra británico en el mar Negro, que a juicio de Rusia se adentró en sus aguas territoriales y se retiró sólo después de que la flota rusa lanzó salvas de advertencia, confirma que la presencia militar de cualquier Estado lejos de sus fronteras no hace más seguro el mundo, obedece a una estrategia de expansionismo y aumenta el riesgo de estallido accidental de un conflicto de gran magnitud entre potencias nucleares.
En este sentido, y sobre todo después de que Estados Unidos anunció su retirada de Afganistán, los países ex soviéticos de Asia central son cortejados para que acepten albergar tropas extranjeras.
Dos de los países colindantes con la región, Rusia –que tiene tres bases en Tayikistán y Kirguistán– y China (que no tiene ninguna, pero sí crecientes inversiones), se oponen a las bases militares de otros y apuestan a garantizar la seguridad de sus fronteras por medio de los mecanismos multilaterales, la OCS y la OTSC.
Estados Unidos, con más de 800 bases repartidas por todo el mundo, sondea reinstalar tropas en los países de la región, mientras un miembro de la OTAN, Turquía, que ya posee presencia militar en la zona del Caspio y el Cáucaso del sur a través de Azerbaiyán, se ofreció a proteger de eventuales ataques talibanes a los vecinos postsoviéticos de Afganistán, por ahora incrementando la cooperación castrense y la preparación de efectivos.
Ante la falta de avances para un arreglo político en el sur del país eslavo, Ucrania considera la posibilidad de establecer bases extranjeras, aunque ello lo prohíbe la Constitución y la obtención de plena membresía en la OTAN puede llevarle a Kiev años.
Quizás es sólo un amago para desbloquear las negociaciones, pero la Corte Constitucional va a estudiar si la prohibición se refiere también a “acuerdos bilaterales de cooperación” con un solo país “aliado”, aunque ello cruzaría una de las líneas rojas que marcó Rusia.
A todo esto, el Kremlin cerró la semana mandando a la Cámara de Diputados para ratificar el acuerdo para instalar una base naval en Sudán, en el mar Rojo, que sería, después de Siria, el segundo país fuera del espacio postsoviético donde tiene presencia militar, mientras sigue negociando las condiciones para construir bases en Egipto, Eritrea, Madagascar y Mozambique.