Ciudad de México. Emiliano Zapata, con su imagen fuerte y personalidad tan clara, es una inspiración de las luchas populares, es el sustrato vivo de la rebelión campesina y popular en México a 100 años de su muerte, delineó el escritor Hermann Bellinghausen durante la presentación del catálogo de la exposición Zapata vivo a través de la gráfica contemporánea, que se exhibió en el Museo Nacional de la Estampa (Munae) en 2019, donde provocó un registro renovado y una apropiación generacional de su figura. “Representa la lucha del pueblo, lo cual no ha dejado de ser necesario en México: que los pueblos luchen”.
Un siglo después de su asesinato, “Emiliano Zapata todavía muerde, causa un montón de cosas”. Revive en rebeldía punk, vestido con falda de Adelita, en instantáneas guerrilleras en las calles, como una manera de tatuar gritos de justicia e indignación en el espacio público; así quedó impreso primero por distintas generaciones de artistas, y ahora entre las páginas del catálogo, el cual fue presentado en una charla en redes sociales encabezada por el director del Munae, Emilio Payán.
“La imagen de Emiliano Zapata nos pertenece a todos. Nos llama a la inclusión, a la equidad de género, a la libertad de expresión, a la justicia, a la paz y a la democracia”, afirmó Payán, anfitrión de la presentación editorial que contribuye a reconstruir la memoria de la lucha del revolucionario en las nuevas generaciones de jóvenes y artistas.
Del grabado tradicional a la litografía, y hasta experimentaciones con técnicas digitales y objetos tridimensionales, fueron los medios para dar cauce a la expresión del movimiento por justicia y libertad de hace un siglo. Con la exposición, emergió como símbolo de valentía y congruencia en el impulso creativo de los artistas plásticos.
Yunuén Sariego, curadora de la exposición, describió que hizo una revisión de la colección del Munae, con obras muy importantes de autores reconocidos en la historia del arte, sobre todo integrantes del Taller de Gráfica Popular. Pero “me interesaba que los artistas emergentes hablaran”, llamado al que respondieron casi 70 creadores contemporáneos para que se viera la lucha representada por Zapata, “además de la estampa clásica del caudillo, hay muchas maneras en las que el grabado se manifiesta”.
La publicación del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), eco de la muestra, contiene unas 100 imágenes de las obras que reinterpretaron y cuestionaron los postulados zapatistas, así como textos del artista Demián Flores y la socióloga Gemma Argüello y de Sariego.
El artista Diego Álvarez, quien fue uno de los participantes en la exhibición, confirmó que su reflexión fue en torno a cómo representar a Zapata hoy día, porque la imagen trasciende al personaje histórico. “Seguirá vigente como símbolo de rebeldía”, destacó.
Abordó al revolucionario con bigote, sombrero y canana, pero también con una larga falda como las que usaban las soldaderas. El ánimo provocador fue consciente. Esa intervención con la técnica de stencil, que ocupó parte de los muros del edificio en la Plaza de la santa Veracruz, también se instaló en paredes de la ciudad de manera clandestina, causando sorpresa o incluso enojo en los transeúntes.
“Me interesó visibilizar la temática de género, que es otra trinchera en el mundo actual”. Al momento de la exhibición, hace dos años, cuando se recordaba el centenario luctuoso del Caudillo del Sur, había un movimiento feminista muy fuerte, con marchas e intervenciones.
“Emiliano Zapata es el único verdadero icono mexicano que es totalmente universal”, apuntó Bellinghausen, director del suplemento Ojarasca. Uno de los símbolos más fructíferos que hay en la historia y en el imaginario mexicano, junto con la Guadalupana. Tiene una duración garantizada que ha tocado a las distintas generaciones, sobre todo en el ámbito de la expresión gráfica en todos los niveles, desde la más pretenciosa hasta la caricatura y el arte popular.
Para Bellinghausen, en la actualidad “el arte se ha fragmentado tanto –en callejero, conceptual, instalación, aparte de las formas más tradicionales–, que de pronto es como un vaciado de todo este lenguaje que se ha acumulado en torno a Zapata, el cual desemboca en la obra de autores jóvenes que trabajan en materiales bizarros, pintan las paredes de las calles o causan un happening, juegan con el trasvestismo de los personajes; manipulan de maneras infinitas. En eso se parece también a la Guadalupana: hay un nivel para profanar a Zapata.”
Es “un tesoro historiografía”, señaló el colaborador de La Jornada.