Luis Cernuda, poeta de la marginalidad, pensaba que es en los márgenes donde puede surgir la verdadera poesía. La exclusión no sólo por su condición de homosexual y exiliado, sino por su propia esencia poética, mediante la cual sentimos cómo se ahonda en el grito y el desamparo originario que a todos nos habita. Será por eso que en su poema “Cómo la piel” escribe: “Que en el fondo no hay fondo / no hay nada, sino un grito, / un grito, otro deseo”.
Recordaba el poema de Cernuda con relación a la mesa redonda virtual La falta de acceso a la vivienda, un problema de salud pública, organizada por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México. En dicha conferencia participó Ali Ruiz Coronel, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, quien mencionó que al menos la mitad de las personas en situación de calle muere a los cuatro años de permanecer en la vía pública; agregó que las principales causas del fallecimiento de este sector de la población de la capital del país son atropellamiento y deshidratación.
Ruiz Coronel destacó que entre los factores que inciden en esa mortalidad resalta la merma a la salud de esas personas como consecuencia de no tener un lugar donde vivir. Lo anterior, debido a que están expuestas a la intemperie, a que carecen de alimentación mínima, a que no duermen, a “falta de higiene” y a que viven en estrés crónico, entre otras circunstancias. A este fenómeno me he referido en varias ocasiones en este periódico, y coincide con las investigaciones que he realizado en las áreas marginales de la ciudad. La casa que se vuelve habitación juega un papel importantísimo en el desarrollo de la personalidad. No en balde el dicho maternal a los hijos: “Que nunca te falte casa, comida y sustento”. La realidad es que faltan la casa, el vestido y el sustento.
De tal manera, expresó Ruiz Coronel, que, “literalmente, la situación de calle mata”, y señaló que en una reunión con los mandos de la policía capitalina se llegó a la conclusión de que quienes viven en esas condiciones mueren principalmente por atropellamiento, sea de bicicleta, moto, coche o camión, o porque no encuentran un lugar para beber agua.
Resulta muy lacerante ponerse en las botas de las personas que mueren de sed. En la misma línea están las enfermedades “fáciles de curar”, como las respiratorias y las infecciones gastrointestinales.
Estos dramas que paralizan no sólo tienen que ver con aspectos de la política, la legalidad y la justicia. En todo este círculo, subyace un fenómeno por demás intrincado que se refiere a las diferencias, competencia y violencias entre grupos opuestos. Me refiero no sólo a la oposición entre pobreza y riqueza, derecha o izquierda, gobernantes o gobernados, sino a características que tienen que ver con diferencias más complejas que conducen a la falta de entendimiento entre los grupos: las diferencias entre lenguajes y simbologías de la República Mexicana, marcados desde el nacimiento por los graves daños por el estrés que derivan en neurosis traumáticas graves.
“Que en el fondo no hay fondo / no hay nada, sino un grito, / un grito, otro deseo.”
(Con información de Alejandro Cruz Flores, La Jornada, 25/6/21.)