Nunca imaginó Harold Giuliani que su hijo Rudy sería una de las personalidades más importantes y discutidas de Estados Unidos. Dueño de un bar y condenado a prisión por robo a mano armada, logró que su heredero cursara la licenciatura en humanidades y el doctorado en derecho con los máximos honores en la Universidad de Nueva York.
Luego de trabajar en el sistema judicial del país vecino, se postuló en 1993 para alcalde de Nueva York. Fue electo y estuvo en el cargo hasta 2001. Se le recuerda por revitalizar la ciudad con medidas que alentaron el crecimiento económico, disminuir notablemente la delincuencia y responder con gran efectividad al desastre de los atentados del 11 de septiembre de 2001. La revista Time lo nombró entonces Personaje del Año. Además, siempre se declaró en favor del aborto, los derechos de la comunidad LGBT y el control de armas.
En 2002 estuvo en la Ciudad de México invitado por el gobierno de la capital para asesorarlo en asuntos de seguridad pública. Cobró 4.5 millones de dólares por esa tarea. Según Marcelo Ebrard, quien fuera secretario del ramo en esa época, dicha suma la aportó la iniciativa privada, de manera destacada, el empresario Moisés Saba, muerto en 2010 al desplomarse la aeronave en que viajaba.
Luego de fundar un despacho de abogados y de trabajar en el sector judicial del gobierno, se convirtió en pieza clave de las actividades de su partido, el Republicano. Hasta quiso ser su candidato a la Presidencia en 2010, sin éxito. Pero desde entonces, fue notoria su cercanía con Donald Trump, a quien asesora, apoya en misiones internacionales y del que se convierte en abogado personal. Como tal, hizo lo imposible para impugnar el triunfo de Joe Biden en las elecciones pasadas.
Un tribunal de Nueva York acaba de revocar a Giuliani la licencia para ejercer de abogado en esa ciudad. Los magistrados comprobaron que entregó “declaraciones manifiestamente falsas y engañosas a los tribunales, a los legisladores y al público como abogado del ex presidente”, sobre todo, en el esfuerzo fallido por relegirse, lo que propició el asalto al Capitolio en enero pasado. Además, la empresa de tecnología Dominion Voting Systems lo demandó por mil 300 millones de dólares por acusarla de fraude electoral, y el gobierno federal lo investiga por una posible violación a las leyes de cabildeo en el extranjero. A Rudy lo perdió su soberbia y servir a un rufián.