La veterana priísta Dulce María Sauri declaró hace no mucho que el PRI no será “el Judas” de México frente a una ciudadanía mexicana que optó por la pluralidad. Y que, por lo mismo, se mantendrá junto al PAN en el bloque opositor. Sus sinceras palabras fueron en respuesta al llamado del presidente López Obrador al PRI para conformar la mayoría calificada que busca Morena en la Cámara de Diputados.
¿Había necesidad, políticamente hablando, de blandir esa suerte de advertencia retrospectiva a la militancia de ese partido? A ver, ¿de dónde piensa la actual presidenta de esa cámara que salieron los votos que fueron a dar, unos al PAN y otros a Morena en las recientes elecciones? Sólo a ella, que justamente consideró escasa la votación alcanzada por el PRI como para aspirar a la Presidencia de la República en 2024, se le ocurrió evaluarla como “un logro” de su partido, que fue el gran perdedor de la contienda.
La interpretación de las graves palabras de Sauri no puede verse sino como una justificación resentida a un hecho evidente. ¿O no lo es el de haber perdido ocho gubernaturas, la casi pérdida absoluta de la mayoría en los congresos y las capitales de los estados en disputa, y sólo ver un aumento de diputaciones bastante menor al del PAN, del cual queda, según Expansión, como un partido satélite? Pero Sauri quiere que el PRI siga con y definido por la derecha. Así les irá a este partido y al PRD, su compañero de grandes pérdidas.
En su biografía partidaria, el PRI había llegado, pero no tanto. Si hay un partido que se ha mantenido cometiendo traiciones a sus principios, orígenes, a su propio lema, a algunas de sus definiciones e incluso a sus propias conquistas sociales, ese es el PRI. Salvo que la historia en bloque me desmienta.
Antecedente del Partido Nacional Revolucionario (el abuelo del PRI), una coalición de partidos respaldó la iniciativa de Obregón para aprobar la relección presidencial. Entre los diputados que se hicieron cargo del proyecto se hallaba Gonzalo N. Santos. “Sufragio efectivo, no relección”, el lema del movimiento revolucionario, fue enviado al diablo. Ya electo El manco de Celaya fue asesinado, como todo mundo sabe, aunque no sólo por un calibre de bala. Literalmente, fuego amigo.
El movimiento revolucionario de 1910-17 fue posible por la participación en él de los trabajadores de la ciudad y el campo. ¿Cómo se explica, sino como una dilación proditoria, que la Ley Federal del Trabajo y el Código Agrario se expidieran 14 y 17 años después de promulgada la nueva Constitución?
El PNR promovió la supresión de la relección de los diputados en 1933. Así fortalecía el caudillismo en su nueva versión: el maximato. El país transitaba, declarativamente, de la época de los caudillos a la época de las instituciones, como solía decir Calles.
Ya convertido en Partido de la Revolución Mexicana decide, a iniciativa de Lázaro Cárdenas, reivindicar los derechos y la participación política de obreros y campesinos. Después de casi un sexenio de mantenerse inmovilizado a causa de “la unidad nacional”, demanda de origen panista, en 1946 se transforma en Partido Revolucionario Institucional. El PRI alemanista aún consignaría en su definición el enunciado de ser “un partido de trabajadores”. Pero más tardó en aprobar sus documentos básicos que en sistematizar la usurpación de las representaciones sindicales y la represión de diversos gremios de trabajadores rurales y citadinos.
La cauda de desprecio y agresiones a la clase obrera parecía no chocar con las declaraciones del PRI en sus documentos básicos: el reconocimiento de “la lucha de clases como fenómeno inherente al régimen capitalista de la producción…”, la conciencia de clase como “base efectiva para la unidad de los asalariados”, la libertad sindical, etcétera. (Reformas del 3 de febrero de 1950.)
Entre 1948, cuando propicia y respalda el primer gran golpe ( charrazo) a los ferrocarileros, y 1968-71, con las masacres de Tlatelolco y San Cosme a los estudiantes, el PRI no deja de hablar acerca de su inspiración revolucionaria y popular, la defensa de la democracia y la justicia social, así como de su apoyo firme y determinante… a “las posiciones de avanzada asumidas por los jóvenes” (versión de sus documentos de septiembre de 1984).
Esa retórica la reitera, como en el ensayo de una grabación, hasta su reforma de 2020. En los tres cuartos de siglo en el poder, las tesis de los gobiernos autollamados revolucionarios fueron negadas por la realidad: desde la concentración de la riqueza y la creciente pobreza concomitante hasta la supresión de derechos laborales y conquistas nacionales como el control de la industria energética (su entrega se consignó en la reforma de 2013 a sus documentos, según la vieja demanda del PAN).
Si todo ello no se llama traición sistemática, entonces debe ser la historia, la sociedad, el electorado, varios de sus militantes más destacados los que han traicionado al PRI.