Florencia. Este año concurren el centenario del nacimiento, 28 de enero, de Leonardo Sciascia (1921-1989) y el octogésimo del de Federico Campbell (1941-2014), 1º de julio, un escritor determinante en la difusión del conocimiento de Sciascia en México. Una doble entrevista dilucida la importancia de esta labor, gracias a la conversación con Carmen Gaitán, viuda de Campbell, y Elena Trapanese, su traductora.
Trapanese recuerda cómo Federico le contó en una entrevista que: “descubrió a Sciascia por la película Cadáveres ilustres (1976), de Francesco Rosi, inspirada en el libro El contexto (1971), escrito por Sciascia, que descorchó su proyección internacional. Intrigado por la película, Federico empezó a devorar los libros de Sciascia en italiano y a escribir sus primeras notas críticas. En pocos años había redactado más de 100 páginas. Fue entonces que decidió conocer a Sciascia y viajar a Sicilia en 1985 para encontrarlo. Fue así que nació La memoria de Sciascia (1989, Fondo de Cultura Económica).
“Federico fue de los primeros hispanohablantes en darlo a conocer. Gracias a él empezaron a circular conceptos como crimen de Estado (hoy tan comúnmente usado en el periodismo mexicano), así como sus reflexiones sobre la justicia y la inquisición como mentalidad. Existían muy pocas traducciones españolas de la obra de Sciascia anteriores a los años 90, cuando salió el libro de Federico. Fue gracias a la editorial Tusquets que la obra de Sciascia alcanzó un público más amplio, con lo que despuntaron autores que se interesaron por él, como Manuel Vázquez Montalbán en Barcelona, Antonio Saborit en México, naciendo las traducciones de María Teresa Meneses.
“Como excelente periodista que era, Federico sabía leer entre líneas y logró en su libro ofrecer una visión de conjunto, a la vez que ahondar en algunos de los temas medulares de la literatura sciasciana. Fue capaz de pasar del análisis detallado a la síntesis, como sólo los grandes expertos logran.
“La crítica italiana ha recibido el libro de Campbell con grandes elogios a pesar de que permaneció desconocido hasta su primera edición italiana de 2014, aun habiendo sido citado por Claude Ambroise 30 años antes. Es un ensayo no oxidado por el tiempo porque es una excelente introducción a la literatura de Sciascia, un mapa seguro para viajar por sus obras más importantes. Es uno de los libros más exitosos y mediatizados de la editorial Ipermedium, la primera en editarlo en italiano”, concluyó Trapanese.
Encuentro en Sicilia
Campbell, al conocer a Sciascia, se dio cuenta de que el polemista de temible pluma filosa era en realidad tan terreno como él. En su libro lo describió como silencioso, “de semblante cetrino, más árabe que italiano”, de complexión delgada y baja estatura como la suya. Su hospitalidad siciliana, que gozó por seis días, lo conmovió: le compartió sus ideas (que recogió en una entrevista incluida en su libro), el pan de su mesa y la buena compañía de sus amigos, que se convirtieron en los suyos también, en particular el fotógrafo Ferdinando Scianna, según recuerda Gaitán, a quien le dedicó una exposición en el Museo Nacional de San Carlos en 2015.
Claude Ambroise, el mayor experto de la obra de Sciascia, definió el libro de Campbell “la mejor presentación de Sciascia en español” en las Obras completas (1987-1991, Bompiani), apreciando su asequibilidad y originalidad. El mexicano destacó los rasgos culturales derivados de la común herencia, fruto de la dominación española en Sicilia y México.
En la cultura hispana donde filtraba aquella árabe, apuntó Campbell, existe “el pavor a la infidelidad, la imaginación de la venganza, la mafia que en México se traduce en cacicazgo, así como la bandera tricolor garibaldina”, a lo cual Sciascia agregó: la presencia de “los virreyes españoles y de la Inquisición”.
Sciascia aceptó cómo en Estados Unidos y en el área anglosajona en general su obra no tuvo el éxito que en cambio generó en España, Francia y un tanto en Alemania.
Sciascia tradujo, citó y evocó la literatura española en diversas de sus obras. Se interesó en particular por la Generación del 27 y la del 98, al lado de Calderón de la Barca y Cervantes, aunque Borges fue su ídolo.
Gaitán considera que los hermanó “el misterio de la verdad, la descripción de lo malvado (un asesino, el Estado, la sociedad), el ideal de justicia y la identidad”. Campbell va recorriendo la obra del italiano, deteniéndose donde Sciascia parece hablar de México como: El contexto, El honorable, La desaparición de Majorana, Todo modo, El caso Moro.
En un artículo del diario El País, en el cual escribía Sciascia, Campbell subrayó que éste hizo una reflexión sobre el ser siciliano “una especie de ‘laberinto de la soledad’ siciliano”. Gaitán dice cómo “Federico tenía una obsesión por la memoria y la identidad y sus distorsiones; por ello, Pirandello fue para él central, un interés que no derivó de Sciascia, sino de un descubrimiento personal”.
Tales aspectos conjugados con la cultura literaria de ambos y la claridad sintética de su escritura los hicieron tremendamente afines. Los amigos se despidieron un día de septiembre de 1989, cuando Camp-bell y Gaitán lo fueron a visitar brevemente al hospital en Milán, encontrándolo ya muy enfermo. Le llevaron el libro consagrado a su obra, que exhalaba aún de tinta. Se despidieron con la conciencia acerba de un adiós perpetuo: Sciascia fallecería dos meses después.