Madrid. El chef español José Andrés suele buscar las zonas de conflicto o crisis humanitaria, ya sea por algún desastre natural como un huracán o un tsunami, o por situaciones críticas como el hacinamiento por desplazamiento forzado de decenas de miles de personas en la frontera entre México y Estados Unidos. Él acude, junto con su ejército de voluntarios, para dar de comer a los más necesitados. Para que en mitad del drama al menos tengan un bocado que llevarse a la boca. Por esa labor, ya dilatada en el tiempo, fue reconocido con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, el galardón más importante de estos reconocimientos.
El chef José Andrés no sólo ha acumulado a lo largo de su vida estrellas Michelin o los premios más prestigiosos que otorga el mundo de la gastronomía, sino también se ha erigido en los últimos años en una referencia de la solidaridad con los más necesitados, sobre todo en los sitios de conflicto y en Estados Unidos, donde fundó su red de restaurantes.
El jurado del Premio Princesa de Asturias, integrado por diversas personalidades de la sociedad civil española, definió a José Andrés como “chef, empresario y filántropo” y justificó su decisión en que “junto a la organización World Central Kitchen, fundada por él mismo, ha volcado su exitosa experiencia en el ámbito gastronómico y empresarial para desarrollar, con visión universal, formas de ayuda humanitaria a los más desfavorecidos en las situaciones más extremas”.
Además destacó la importancia de “poner en pie una organización que viene ofreciendo una respuesta extraordinariamente rápida y eficaz sobre el terreno para atender situaciones de emergencia alimentaria y social, que ha servido para impulsar la colaboración de agentes de diferentes ámbitos en busca de una sociedad más justa, equitativa y sostenible”.
Al conocer la noticia, el chef de origen asturiano aseguró que “este reconocimiento es un honor. Considero que estos premios nunca son a la persona, son premios a nosotros, a la gente. Quién me iba a decir cuando empecé a cocinar a los quince años que lo iba a hacer, no solo para unos pocos a través de los restaurantes, sino que iba a tener la oportunidad de poder dar de comer a muchas personas”. Y explicó que ha aprendido mucho desde que, con veintitrés años, empezó a colaborar con la primera ONG, DC Central Kitchen, “donde veía que un plato de comida era el comienzo de un mañana mejor”.
Y explicó que “World Central Kitchen se creó con el sentimiento de estar al lado de los olvidados, de los desfavorecidos, de las personas menos privilegiadas que, en huracanes, en desgracias de tipo natural, a veces política, social, eran las personas olvidadas. El hambre está siendo realmente un problema, multiplicado incluso por conflictos bélicos que no tienen ninguna razón de existir. Al final nos hemos dado cuenta de que el futuro de las naciones va a depender de cómo estas se alimenten y de cómo alimentemos a los ciudadanos. Un plato de comida es el comienzo para crear un mundo mejor, hay que creer en mesas más largas y muros más bajos”, aseguró.
Entre los retos más exigentes de José Andres y su organización fue durante la pandemia, una época en la que a pesar de las adversidades por el confinamiento lograron dar más de sesenta millones de comidas, al tiempo que respondieron a otro tipo de emergencias provocadas por explosiones de volcanes, incendios en lugares tan remotos como Beirut o Saint Vincent.
Uno de los momentos que cambiaron definitivamente su forma de ver el mundo y su propio trabajo fue cuando en el año 2010, José Andrés viajó a Haití en medio del desastre. A partir de ahí centró gran parte de sus energías en crear esta red solidaria para desarrollar formas de asistencia humanitaria, atenta a ayudar a los más desfavorecidos en las situaciones más extremas.
Andrés, que nació en Mieres, Asturias, en 1969, fue entre otros cosas discípulo de uno de los grandes genios en la historia de la gastronomía, el catalán Ferran Adriá, bi bien él decidió afincarse en Estados Unidos desde 1991, convirtiéndose en una referencia de la alta cocina y tejió una red de hasta veinte restaurantes. Durante el mandato de Donald Trump, Andrés se mostró muy crítico con la política migratoria de la administración, un asunto por el que fue perseguido y repudiado por el propio mandatario estadunidense y el aparato de la Casa Blanca. Durante el último año, Andrés y su organización han estado presentes repartiendo comida a personas necesitadas en la frontera de México y EE. UU. y a los damnificados por el terremoto de Mamuju (Indonesia) y por la erupción del volcán La Soufrière en la isla caribeña de San Vicente, entre otros lugares.
Este ha sido el último de los ocho Premios Princesa de Asturias que se conceden este año. Anteriormente fueron otorgados el Premio Princesa de Asturias de las Artes a la artista de performance Marina Abramović, el de Comunicación y Humanidades a la periodista y escritora Gloria Steinem, el de Ciencias Sociales al economista Amartya Sen, el de los Deportes a la nadadora Teresa Perales, el de las Letras al escritor Emmanuel Carrère, el de Cooperación Internacional a CAMFED, Campaign for Female Education, y el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica a Katalin Karikó (bioquímica), Drew Weissman (inmunólogo), Philip Felgner (inmunólogo), Uğur Şahin (médico), Özlem Türeci (médico), Derrick Rossi (biólogo) y Sarah Gilbert (vacunóloga).