Diríase que es un acto de generosidad, de filantropía, no de responsabilidad, y mucho menos de justicia: el hombre más rico del país está convencido de que fue bien hecha, sin vicios ocultos ni fallas de origen, la construcción del tramo de la línea 12 del Metro que realizó su Grupo Carso.
Pero, a pesar de esa certidumbre autoasignada de inocencia ingenieril respecto a la tragedia que dejó 26 muertos y decenas de heridos, el poderoso empresario acepta gastarse una cantidad, aún sin precisar, de miles de millones de pesos para reacomodar pernos y rehabilitar lo que fuese necesario. Todo, se deduce de su narrativa, nomás por buena onda, no por otra cosa.
Carlos Slim Helú hizo declaraciones amables consigo mismo al salir de una comida en Palacio Nacional con el presidente Andrés Manuel López Obrador. No se sabe si estuvo presente la jefa del Gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, pero sí es evidente que el comensal multimillonario no se atuvo a la limitación impuesta por dicho Presidente en cuanto a que sólo él, el habitante de Palacio, hablaría sobre el tema.
En sustancia, al dueño de Telmex y otras firmas importantes le parece que hay testimonios contundentes de que la construcción de la línea 12 fue un dechado técnico: “tan es así que se subió el presidente (se refería al electoralmente fraudulento Felipe Calderón), el jefe de Gobierno (Marcelo Ebrard), el jefe de Gobierno electo (Miguel Ángel Mancera) y nos invitaron a muchas gentes a recorrer, recorrimos como 12 kilómetros” (https://bit.ly/3h6uPSE). Caray, ¿se podría aspirar a una mejor prueba de que todo iba bien, si tales personajes aceptaron treparse inauguralmente a la tal línea dorada?
Además, caray, durante casi nueve años esa línea dio un buen servicio (hasta que dejó de darlo, acotación astillada). Esta columna invita a sus lectores a sacar su ábaco o calculadora y acompañar al primerísimo ingeniero del país a hacer cuentas, tal como él las hizo ante periodistas: “Han viajado millones de personas: 400 mil diarias, eso da 12 millones al mes, 144 millones al año. Han viajado muchos millones de personas, hubo muchos efectos, creo que 12 sismos de más de seis grados, y lo que le planteé (al presidente López Obrador) es que, independientemente de todo, es nuestro interés rehabilitar el tramo que hicimos”.
Antes de que, para agradecer tal benevolencia, caigan de hinojos (figuradamente, claro) las demás líneas del Metro que llevan décadas de sobrecarga de pasajeros sin que hayan sucedido desgracias como la dizque muy bien hecha y muy moderna línea 12, esta columna aguafiestas ha de expresar que con este acuerdo de Palacio se deshace en términos políticos la importancia del peritaje internacional tan cacaraqueado y del cual sólo se dio un primer informe preliminar, y se abre la puerta a arreglos extralegales que no deberían suceder.
Pero, bueno, sabido es que “son cosas que pasan”. Lástima que el ingeniero Slim, ¿sin deberla ni temerla?, tenga que desprenderse de un pelo de gato de su fortuna.
En otro tema, el todavía gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, produjo ayer una oleada de memes con su ocurrencia de irse a plantar afuera de Palacio Nacional en espera de que el Presidente de la República lo recibiera, para entregarle en propia mano las presuntas pruebas de que el crimen organizado favoreció en esa entidad a Morena para triunfos electorales.
No lo recibieron, le prestaron un banquillo verde (en el que posó en solitario, a fin de demostrar gráficamente que su protesta va tan en serio como la de Carlos Salinas y su “huelga de hambre”, luego de que Zedillo ordenara detener al hermano Raúl Ten Percent) y le pidieron que fuera a la Fiscalía General de la República, no como futuro acusado, sino actualmente como acusador, o al INE o al tribunal electoral. Aureoles ha sido uno más de la larga cadena de pésimos gobernantes de Michoacán y, en particular, carece de autoridad para tirar la piedra y pretender esconder la mano de complicidades habidas durante su sexenio por terminar. ¡Hasta mañana!
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