La intempestiva y lamentable muerte del caricaturista Antonio Helguera fue aprovechada en redes sociales por porciones de la derecha más cerril para tratar de emparejar, con sentido politiquero, las expresiones de dolor y afecto hacia el artista y educador fallecido con otras muertes sucedidas a lo largo del sexenio en curso.
“¿Por qué condolerse de la muerte de una persona y no hacerlo con otros decesos relacionados con la pandemia, el crimen organizado y el desabasto de medicinas?”, planteaban, en el mejor de los casos (como si un dolor excluyera a los otros), los desvalidos argumentistas pautados que en otros flancos se deshacían en señalamientos soeces y burlones contra Helguera.
Como en otros casos y circunstancias, los reaccionarios (es decir, los que desean regresar al esquema político dominado por panistas y priístas) utilizaron infundios, calumnias y retorcimientos varios para tratar de darle fuerza a su campaña contra un monero y ciudadano que mediante su obra y palabra exhibió y combatió la hipocresía, la corrupción y el demérito general de esa derecha hoy tan desesperada porque sigue perdiendo la batalla política y cultural, porque carece de personajes de valía reconocida y porque su propuesta hacia adelante es regresar atrás; volver, con los mismos personajes e intereses del pasado electoralmente tan repudiado, a una restauración pripanista ridículamente promovida como una “mejoría”.
Resulta significativo que la figura y obra de Helguera y el amplio reconocimiento que se le ha hecho haya provocado en consecuencia tanto encono en esa porción desbocada de los reaccionarios (otros, la plana mayor, con prudencia evitaron manifestarse sobre el tema, dejando el desahogo de las sucias obsesiones en personajes de bajo nivel). Pueden esas carretadas de odio ser explicadas, que no justificadas, a partir de la evidente e indicativa carencia derechista de figuras de realce público, que susciten adhesión a sus postulados y afecto entre los visitadores de su obra.
Ha de tenerse presente, por añadidura, que esas expresiones destempladas del segmento reaccionario más primitivo constituyen un anunciamiento del grado de violencia política, de recurrencia a la infamia y la calumnia, que esos intereses están dispuestos a promover y extremar en busca de obstruir el proceso de cambio que, con altibajos, claroscuros y, también, pasajes exitosos, desarrolla actualmente la llamada Cuarta Transformación.
Y, aquí, un espacio personal para despedir a Helguera, artista y educador, como teclas astilladas lo definieron en una etiqueta de Twitter. Su diario trabajo mediante trazos y humor políticos, y su convicción cívica de izquierda le hacen memorable. Adiós físico a Toño.
En otro tema: se ha vuelto recurrente expresar “disculpas” públicas, por hechos o declaraciones que abiertamente las merecen, adjudicando a las audiencias el haber interpretado mal lo que “se quiso decir”, el haber tenido una cierta “percepción”.
Así ha sucedido con Arath de la Torre, un actor, conductor y comediante (sobre todo en Televisa) que hizo un anuncio comercial para Moneyman, una empresa de préstamos rápidos en línea, señalando que este tipo de créditos, al igual que los Voladores de Papantla, generan “cero interés”.
Las críticas que suscitó tal barbaridad (de la cual son responsables la empresa, los libretistas y el actor) le llevaron a decir que le valían “zorrillo”, aunque luego emitió un comunicado señalando que su “mensaje” en el comercial de referencia había tenido “un tono e interpretación inadecuados”.
Además, expresó sus “sinceras disculpas”, lamentando que lo dicho se “haya percibido como una falta de respeto”. Es decir, se “disculpa”, pero asienta que el fondo del asunto está en la “interpretación”, en la “percepción” del público. Falsas disculpas son ésas. ¡Hasta mañana!
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