En mi columna anterior hablé de la vejez, y ahora tengo la tentación de hablar de los jóvenes, advirtiendo que es un tema difícil y que lo más que podemos hacer es atenernos a las estadísticas, que no revelan muchos de los aspectos realmente importantes.
¿Existe una generación joven? Si entendemos por joven a una persona que tiene entre 15 y 29 años, éstas representan más o menos 24 por ciento del total de la población, unos 30 millones. Si lo contrastamos con el otro extremo, es decir, la gente mayor de 80 años, veremos que los viejos representamos apenas 2 por ciento del total en nuestro país. Por tanto, sí hay una generación joven en México y es predominante.
Nos encontramos con que nuestro país es una sociedad estratificada y polarizada. No podemos hablar de una sola juventud, sino de juventudes. Una mayoría pertenece a las clases populares. Muchos de sus integrantes dejan la escuela por falta de recursos y un buen número busca de modo temprano un trabajo para ayudar a la familia.
Después tendremos a los de clase media, que en buena parte, la mitad, son estudiantes, pero la otra mitad no estudia ni trabaja. Finalmente, en la cúspide social está un segmento de jóvenes privilegiados, cuyos padres tienen suficiente dinero para pagarles una educación privada muy costosa; se relacionan entre sí y forman segmentos bien definidos. Serán los que hereden las empresas o las actividades profesionales de sus mayores. Es relativamente fácil imaginar las grandes diferencias entre un sector y otro.
¿En qué están unidos los jóvenes mexicanos? Es fácil percibir la división entre las distintas juventudes, pero sería muy interesante descubrir si hay algo que las una a todas. Lo primero que resalta, según las estadísticas, es que 93 por ciento, o sea, casi la totalidad, dispone de teléfono celular con acceso a Internet. Es un fenómeno tecnológico de gran importancia, que también puede tener efectos perniciosos.
Pero lo que une a todos, y ese es un enorme potencial, es una voluntad generalizada de prosperar. Largos años de estabilidad política y paz han contribuido a que, aunque las oportunidades sean restringidas y los privilegios numerosos, los jóvenes de todas las clases sociales, tengan el impulso y el deseo de mejorar sus vidas.