Año de nuevas formas de obligada experimentación en la enseñanza, con la fortuna de contar con buenos grupos de primer año de licenciatura en nuestra Facultad de Economía de la UNAM.
Estudiantes con entusiasmo e interés por ingresar a un mundo nuevo, el del pensamiento clásico de Quesnay, Smith, Malthus, Ricardo y su crítica en Marx. ¡No es fácil, pero sí fascinante!
A fines de los años 70 nos lo hicieron sentir extraordinarios profesores: Carlo Benetti, Juan Castaingts, Emilio Caballero Urdiales(†), Raúl González, Arturo Huerta, Rogelio Huerta, Edith Klimovsky, Ruy Mauro Marini(†), Pedro López Díaz(†), Jaime Puyana Ferreira(†), José Valenzuela y Ángel de la Vega, entre otros.
Cierto, no ha sido fácil trabajar a distancia, pero el apoyo de la Coordinación de Universidad Abierta (CUAIEED-UNAM) ha sido esencial: aulas virtuales e instrumentos didácticos. Debiéramos capacitarnos más y aprovechar esta forma de vinculación, ingresar a la llamada transición de los profesores, pero atención, urgen apoyos para los estudiantes, pues hay limitaciones de comunicación vinculadas a la débil “capacidad de datos” en sus hogares.
No obstante, en los grupos de marras logramos profundizar en tres o cuatro aspectos esenciales del pensamiento clásico y su crítica. Revisamos aspectos fundamentales sobre la vida material (crematística de la polis) formulados por Aristóteles en su Política. También notas esenciales sobre el precio justo de Tomás de Aquino en su cuestión 77, de la Suma teológica.
Luego ingresamos al mundo de la diferencia –imprescindible–, trabajo productivo y trabajo improductivo. ¡Nada más relevante para la formación de economistas en nuestra UNAM!, enfrentar el tránsito de mercantilistas como Berkeley, Hume, Locke y Petty a las genialidades del Tableau de Quesnay y de La riqueza de las naciones de Adam Smith, los Principios de Ricardo y El capital de Marx. Del origen del producto neto en el trabajo, de la renta del suelo. Del origen del plusvalor. Permiten –opinión heredada de los notables maestros– no sólo ingresar “por la buena puerta” a la racionalidad en la ciencia económica, sino también disponer de referentes teóricos y metodológicos para analizar críticamente nuevos fenómenos económicos contemporáneos.
Mencionemos dos: financiarización y economía de la información. A decir de autores críticos como Deepankar Basu, Gabriel Cámara, Guglielmo Carchedi, Gerard Dumenil, Duncan Foley, Diego Guerrero, Makoto Itoh, Andrew Kliman, Costas Lapavitsas, Abelardo Mariña, Fred Moseley, Michael Roberts y José Valenzuela, estudiados bajo la coordinación de Carlos Morera del Instituto de Investigaciones Económicas, no es clara la extendida idea de que el crecimiento puede continuar indefinidamente en las economías postindustriales. ¿Cómo?, con el desplazamiento del trabajo hacia los sectores de “servicios”, específicamente a las actividades financieras y las basadas en la información.
Consideran imprescindible incorporar en el debate la diferenciación trabajo productivo-trabajo improductivo. Y aseguran que –como en el caso de procesos en los que hay renta del suelo– se trata de ingresos provenientes de transferencias del producto neto o del plusvalor generado por la explotación del trabajo productivo. Es el caso de intereses, tarifas financieras, ganancias comerciales e inmobiliarias y regalías de propiedad intelectual, entre otros. Siempre a través de los derechos de propiedad.
Ya lo comentaremos. Es muy relevante. De veras.