No es nuevo el grave problema que se vive en la franja costera de Quintana Roo. Saben de él las autoridades y el sector empresarial desde principios de 2015, cuando comenzaron a llegar miles y miles de toneladas de sargazo, en la mejor época del turismo extranjero. Oficialmente se reconoció que la arribazón de tan indeseable visitante no se debía a la contaminación por aguas residuales. Igual dijeron las autoridades de Cuba, Puerto Rico, Dominicana, Barbados, Antigua, Granada, Santa Lucía y Jamaica, también afectados por el alga.
Está probado que la llegada de sargazo a México y a los países citados se debe a fenómenos naturales originados a miles de kilómetros de distancia, en el mar del Sargazo, que tiene una extensión de 3.5 millones de kilómetros cuadrados. Se ubica en el océano Atlántico. La arribazón de 2015 la justificaron las autoridades diciendo que como no hubo huracanes que azotaran al Caribe, el sargazo creció, se desprendió y lo movilizaron los vientos y las lluvias. Los especialistas alertaron que las arribazones futuras se agravarían, pues el alga crecería más por el aumento de la temperatura del mar, se desprendería con mayor facilidad y la transportarían huracanes y tormentas más intensas. Todo ello fruto del calentamiento global que también modifica el patrón de las corrientes marinas. Los especialistas exigieron buscar las mejores estrategias para recogerlo antes de afectar al litoral, utilizarlo en actividades productivas y/o depositarlo en los sitios adecuados.
En 2015 no había un plan para enfrentarlo técnica y ambientalmente. Tampoco un órgano coordinador integrado por los gobiernos de los cuatro municipios afectados: Benito Juárez (cuya cabecera es Cancún), Puerto Morelos, Solidaridad (y su ciudad principal, Playa del Carmen) y Tulum; por el gobierno estatal y las instancias federales vinculadas con el tema, como las secretarías del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) la de Turismo, la de Marina; con los centros de investigación marina y los empresarios hoteleros, turísticos y de servicios de Quintana Roo. Pero se prometieron apoyos para los estudios multidisciplinarios a fin de resolver el problema lo mejor posible.
No fue verdad y en marzo de 2018 el sargazo comenzó a llegar otra vez al litoral de Quintana Roo en cantidades mucho mayores. Lo calificaron de “desastre ecológico” que afecta en especial al turismo. Muy poco se dijo de su impacto en el medio ambiente. Rafael Pacchiano, titular de la Semarnat, sostuvo que el gobierno federal sí atendió el asunto al destinar 200 millones de pesos para los trabajos a fin de recoger el alga mar adentro. El gobierno estatal pedía 610 millones de pesos para tal fin. Lo que se hizo sirvió muy poco y el sargazo que pudo recolectarse lo llevaron a sitios inadecuados.
Pero en 2019 llegó otra vez y en abundancia. La nueva administración federal tomó a su cargo el problema. Varias reuniones, entre ellas una internacional, con expertos en recoger el alga en el mar, empresarios, científicos, funcionarios locales y estatales. Habría apoyo financiero para los trabajos de investigación y los tecnológicos que evitaran el arribo del sargazo al litoral y, en su caso, deponerlo sin que originara un problema ambiental. La situación era de “emergencia”, según el doctor José Sarukhán. Por enésima vez, las promesas se las llevaron las corrientes marinas.
Y tan es así, que Patricia Vázquez, corresponsal de La Jornada en Cancún, informa desde la semana anterior la llegada de 9 mil 600 toneladas. Además, no hay una estrategia adecuada para enfrentar esta enésima emergencia. Los empresarios exigen que se decrete “alerta sanitaria”; los barcos de la Secretaría de Marina no pueden recoger toda el alga; las mallas para detenerla no funcionan; los integrantes de los centros de investigación tecnológica y marina no tienen desde hace años recursos para los estudios requeridos; no existe la coordinación requerida entre los sectores público y privado para resolver la situación. En el colmo, la Semarnat declara no tener un diagnóstico de lo que sucede.
En cinco ocasiones me he ocupado en este espacio del problema del sargazo en Quintana Roo. Hoy apenas me queda parodiar el cuento de Augusto Monterroso: Cuando despertaron las autoridades y los empresarios, el sargazo todavía estaba allí.