El grito etiquetado como homofóbico tiene aterrados a los federativos, el negocio se tambalea y amenaza con poner de rodillas al balompié mexicano porque, hablando en plata, las televisoras y, en general, la llamada industria del futbol son las que se estremecen y tiemblan –ante la posible quita de puntos o la exclusión de un evento como la Copa del Mundo–, en muchísimo mayor grado que los aficionados, simples mortales.
El público, en el peor de los casos, tendría que buscar otra distracción, como poco a poco ha hecho, conforme lo despojan de los partidos –generalmente poco atractivos– de la Liga Mx, quitándolos de la televisión abierta para pasarlos a canales de paga. Es más, ya hay una distancia entre los aficionados y el tricolor, la grieta comenzó a abrirse hace unos 18 años, desde entonces y en forma progresiva el Tri ha trasladado su sede a Estados Unidos.
La enajenación de un bien preciado como es la selección nacional de futbol ha provocado cierto grado de molestia. No sólo le quitan a la gente a su representativo nacional y dejan el estadio Azteca con esporádicos ecos de euforia tricolor, sino que, además, en el último lustro le asestan todo tipo de regaños y advertencias para exterminar el grito, diciéndole que va a perder lo que muy probablemente ya no considera suyo.
El exabrupto que derivó en el reciente castigo de la FIFA ocurrió en el marco del torneo preolímpico de Guadalajara, pero también se escuchó en la pasada liguilla, en el Cruz Azul-Toluca, con la permisividad o indiferencia del árbitro. Tiene más repercusión cuando ocurre fuera, el clamor retumbó en dos estadios de Estados Unidos e incluyó detención momentánea del juego de parte del silbante… Es el riesgo de abarcar tanto territorio, incluso extra fronteras.
Todo indica que el camino de terciopelo quedó en el pasado para el seleccionador Gerardo Tata Martino, quien afrontará una prueba de fuego al frente del Tri en la Copa Oro (del 10 de julio al 1 de agosto) y en la eliminatoria mundialista. Y pese a la escasez de delanteros se dio el lujo de desdeñar a Javier Chicharito Hernández, pero confía totalmente en su coterráneo, el recién naturalizado Rogelio Funes Mori, y en la pronta recuperación de Raúl Jiménez.
Lo que ocurra al Tata no le afectará más allá de un cese, en el peor de los casos; en cambio, el futbol mexicano tiene un rezago dramático. En la Nations League, Estados Unidos demostró que no tiene problemas para imponerse incluso con su camada joven, que juega con el corazón en la mano y mucho orgullo, mientras Martino no puso a repasar a los tricolores ni el abc de las acciones defensivas a balón parado y tampoco se ve un plantel listo para el relevo generacional.
Andrés Guardado sin problema se encamina a superar el récord impuesto por Claudio Suárez, porque es época de vacas flacas. El apodado Principito tiene 163 juegos con la playera verde, y la marca del Emperador es de 177. Ese tipo de registros son los que aspira a superar el anquilosado futbol mexicano, lo cual es vergonzoso en un país de más de 120 millones de habitantes, donde el deporte de las patadas es el favorito.
Dos ideas para reflexionar. Ricardo Ferretti dijo esta semana: “El futbol mexicano está estancado por falta de competencia de alto nivel (…). Tenemos muchas deficiencias en formación de futbolistas y carencia de elementos con capacidad para desequilibrar”. Y el federativo Yon de Luisa expresó: “Ojalá tengamos muchos jugadores naturalizados el día de mañana que se ganen en la cancha la posibilidad de ser convocados; jugador con capacidad será bienvenido en esta selección”.
Mientras Francia anunció que André Pierre Gignac será uno de sus refuerzos en los Juegos Olímpicos, donde enfrentará a México, Jaime Lozano, técnico de la Sub-23, se quedó frustrado ante la negativa del Atlético de Madrid y el Nápoles para prestar a Héctor Herrera e Hirving Lozano… Habría más mexicanos en la Copa Oro, pues en la baraja para dirigir a la selección de Costa Rica están José Manuel Chepo de la Torre e Ignacio Ambriz.