Siete años atrás, el dirigente nacional de los mineros, Napoleón Gómez Urrutia, publicó su libro El colapso de la dignidad, coeditado por La Jornada, en el que denuncia “las monstruosidades y perversiones” de un grupo “incrustado en el poder de México para eliminar a las organizaciones de los trabajadores, a nuestro sindicato y a mí en lo personal, con una bajeza sin precedente en la historia sindical, empresarial y política de nuestro país”, y en él revela “nombres y apellidos de los involucrados, los más corruptos, que destrozaron el estado de derecho y dañaron profundamente a la República”.
Ahora, la secuela: El triunfo de la dignidad –también coeditado por La Jornada–, narra sus vivencias en los siete años transcurridos desde la aparición de su primera obra. En el libro subraya su rotundo cuan definitivo triunfo legal (“por unanimidad, en agosto de 2014 los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación me exoneraron íntegramente”) frente a la “feroz persecución política y las falsas acusaciones fabricadas y llevadas al cabo por los barones de la minería, con Germán Larrea a la cabeza, en contubernio con los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón”.
Es una historia de vida, lucha, entrega y pasión, en la que detalla su acercamiento al entonces candidato de Morena a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, el sólido apoyo que le brindaron (a él, a su familia y a los mineros) las principales organizaciones sindicales internacionales y su llegada al Senado, así como los preparativos para su retorno a México y cómo lo hizo, luego de la implacable persecución de tres gobiernos (Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto) y los empresarios a quienes servían, así como el entusiasta recibimiento de que fue objeto por parte de los mineros y otras organizaciones sociales. Siete años que, como él mismo lo subraya, constituyen El triunfo de la dignidad.
En entrevista con La Jornada, el dirigente minero explica que en su nueva publicación “narro las reivindicaciones de los trabajadores, del sindicato –siempre sólido, que nunca se doblegó frente a las amenazas y chantajes– y de mi propia persona, y cómo fue posible enfrentar las 11 demandas judiciales infundadas y armadas por empresarios mezquinos y perversos, como Germán Larrea, Alberto Bailleres y Alonso Ancira (este último con un reciente acuerdo judicial para reparar daño al erario); son defraudadores y delincuentes, a quienes de forma descarada sirvieron los gobiernos panistas y priístas”.
Gómez Urrutia comenta que el simple anuncio de su retorno a México encendió las alarmas y la histeria de los barones de la minería (“un grupo ruin que avergüenza al sector empresarial y que nuestro país no se merece”), quienes presionaron al máximo para, primero, impedir su regreso; después, frenar su candidatura al Senado y, más adelante,con fin de evitar su toma de posesión. “Pagaron desplegados y campañas sucias en los medios; repartieron dinero, presionaron al Instituto Nacional Electoral con el propósito de que no avalara mi candidatura y recurrieron a jugadas sucias para impedir mi regreso. Pero no pudieron; fracasaron rotundamente”.
En El triunfo de la dignidad analiza “las causas de la gran desi-gualdad en México, la avaricia de muy pocos por controlar el poder político y económico, y apropiarse de los recursos naturales a costa de los trabajadores, las mayorías y el interés nacional”. Por ello, “nuestro país debe cambiar y poner fin a la desigualdad, la pobreza, la ignorancia y las prácticas sucias del grupo político-empresarial que intentó acabar con nuestra nación”.
México, dice Gómez Urrutia, “debe cambiar o las condiciones lo rebasarán; requiere de un nuevo modelo político, económico y social que ante todo tenga a la gente y a la sociedad primero, y no a unos cuantos miserables dedicados a explotar nuestros recursos sin ninguna sensibilidad ni interés nacionalista. Tiene que recuperarse porque de otra forma estaremos condenados al fracaso”, y en ese marco deja en claro que empresarios como los que denuncia en sus libros “no tienen cupo; México merece muchísimo más. Como nación, íbamos al abismo; sin cambio de régimen, hubiéramos entrado en un periodo de crisis social con consecuencias impredecibles”.