En las gradas de algún estadio, Iván Lara ha escuchado a su espalda un insulto cargado de odio y denigración contra la comunidad LGBT+ que suele cimbrar cuando un portero rival despeja el balón. Ese grito que le acarreó a la Federación Mexicana de Futbol multas económicas y sanciones que los obligan a jugar sin público y que la afición se resiste a erradicar.
Iván confiesa que ese alarido lastima. Quien es agredido enciende los miedos por el odio contra la comunidad LGBT+, la incomodidad por escuchar una expresión que asegura no es divertida ni picaresca. Es un insulto –señala– y como tal busca herir al otro, es humillante y va cargado de violencia.
Ayer en Coyoacán, Ciudad de México, llevaron a cabo un torneo de futbol como parte de las jornadas deportivas por la Marcha del Orgullo que se celebra este mes. Iván es uno de los organizadores como presidente de la Asociación Nacional Deportiva LGBT+, en un acto por visibilizar a la comunidad en el deporte, erradicar la discriminación y las distintas formas de odio contra la diversidad.
“Se ha dado por hecho que no estamos relacionados con el deporte”, comenta Iván; “es un estigma muy arraigado que supone que nuestros atributos ‘esenciales’ no comulgan con las expresiones en el deporte. Sobre todo en el futbol, una práctica que se asume masculina y heterosexual”.
Quizás ahí está el origen del problema para erradicar las agresiones y estigmas homofóbicos en el futbol, comenta el sociólogo y activista Carlos López.
“Hemos visto que tanto federación como clubes han trabajado por la inclusión”, comenta Carlos, “pero falta educar. La gente se resiste porque dice que así ha sido siempre, así somos los mexicanos; eso es verdad, pero no significa que debemos oponernos a cambiar para construir una sociedad más igualitaria”.
Ambos coinciden que es momento de pasar de la amenaza punitiva a la educación, a sensibilizar a una colectividad. No hacerlo –advierten– “es atacar una llama, pero no la raíz del fuego”.