Nueva York. Uno de los mayores hombres de Estado del siglo XX, una estrella del jetset y el primer superyate de la historia: el paisaje pintado por Winston Churchill que se subasta en Nueva York el miércoles es un coctel de los tres ingredientes.
El óleo The Moat, Breccles, realizado por Churchill en 1921, fue estimado por la casa de subastas Phillips entre 1.5 y 2 millones de dólares, lejos de los 11.6 millones alcanzados por otro cuadro del “viejo león” vendido por Angelina Jolie en Christie’s en marzo pasado.
Pero el paisaje que Churchill mencionó en un ensayo de diciembre de 1921, titulado La pintura como pasatiempo, podría interesar a fanáticos de la historia o a celebridades, en momentos en que existe mayor interés por las pinturas de este héroe de la Segunda Guerra Mundial.
Churchill guardó la pintura 40 años antes de ofrecérsela en 1961 a su amigo y rey del jetset Aristóteles Onassis cuatro años antes de su muerte, explicó Jean-Paul Engelen, vicepresidente de Phillips.
El riquísimo dueño de astilleros estaba tan orgulloso de su regalo que lo colgó en un lugar de honor, detrás de su célebre bar Ari’s, en su yate, junto a obras de Vermeer, Gauguin, El Greco y Pissarro.
El superyate bautizado Cristina, como la hija de Onassis, era una ex fragata de la marina canadiense de unos 100 metros de eslora, que participó en el desembarco de Normandía antes de que Onassis la comprara después de la guerra por 34 mil dólares.
Onassis lo renovó lujosamente a un costo de unos 4 millones de dólares, y lo transformó en “una de las estructuras flotantes más increíbles” y uno de los lugares predilectos del jetset de la época, dijo Engelen.
De Elizabeth Taylor a John F. Kennedy, pasando por Maria Callas y Richard Burton, Grace Kelly y el príncipe Rainiero, todos los famosos de entonces conocieron el barco.
Onassis murió en 1975, siete años después de su casamiento con Jackie Kennedy. Su yate fue vendido y todo lo que estaba dentro fue guardado. Los herederos decidieron recientemente vender el cuadro.
Para seducir a potenciales compradores, Phillips reconstituyó en su local de Nueva York el bar Ari’s, imitaciones de sus famosos dientes de ballena incluidas, y llenó los estantes con botellas de champán Pol Roger, el preferido de Churchill.